Elaine Martins Alabando en el Presidio

domingo, 23 de enero de 2011

Toda la Verdad sobre el diezmo

Toda la Verdad sobre el diezmo
Mucho se dice y se enseña sobre el tema del diezmo y en ese sentido existen defensores y opositores del mismo. Los opositores expresan con una especie de “rabia” que aquellos que lo instituyen como parte de la vida cristiana normal, son aprovechadores y ladrones. Por otro lado, están los que entienden que el diezmo sí es parte de la vida de un cristiano y expresan que es la forma de honrar a Dios y que todo cristiano debe diezmar para poder recibir bendiciones de Dios.

Estos dos tipos de “enseñanzas extremas” son muy peligrosas ya que afirman categóricamente que así es como debe ser entendido el diezmo; pero pasan por alto que la Palabra de Dios está por encima de cualquier precepto o creencia humana. No hay duda entonces que la enseñanza bíblica no respalda estas dos “posiciones” que son las más comunes en el mundo cristiano evangélico.

Sin embargo, como he aprendido a ver las cosas de Dios, si estudiamos esta enseñanza sin ningún lente “doctrinal heredado” no hay duda que podremos encontrar la verdad enseñada sobre el diezmo en la misma Palabra de Dios (La Biblia). Así mismo, cada vez que se trata el tema del diezmo; he podido notar, que la mayoría de veces; la pregunta sobre si se debe o no diezmar, es realizada mayormente por personas que creen que darle a Dios el 10% de todos sus ingresos económicos es demasiado. Pero también existen personas que objetan el diezmo porque dicen ellas, que solo se trata de una forma de aprovecharse de las personas “ingenuas”. Necesitamos recordar que estas dos formas de pensar también están erradas y son rechazadas por la Biblia.

De modo que para empezar a entender todo lo relacionado con el diezmo necesitamos ver en la misma Biblia cuándo y de qué forma es utilizada dicha palabra. En ese sentido, la primera vez que vemos la palabra diezmo en la Biblia, la vemos sin lugar a dudas en la historia de Abraham (En el libro del Génesis); quien vivió muchísimos años antes que Moisés (él cual si recibió la LEY de “manos de Dios” donde se aprecia que el diezmo fue instituido para la nación Judía) favor de leer Génesis capítulo 14, donde claramente se nos narra la historia de cómo en el rescate del sobrino de Abraham, al final del combate Abraham le dio los diezmos de todo a Melquisedec quien cual era sacerdote del Dios altísimo.

Según todo el contexto, claramente podemos ver que el diezmo que Abraham dio (no dice que pagó el diezmo, sino que lo dio voluntariamente, no existía ley ni obligación alguna que le “motivara” u “obligara” a hacerlo) fue como un acto totalmente voluntario, como en efecto así nos los narra las Escrituras. De modo pues que partiendo primeramente de esta primera vez que podemos leer en la Biblia la palabra diezmo, vemos que no fue parte de la ley aunque posteriormente sí se instituyó el diezmo pero enseñado de una forma diferente para ser parte de la ley mosaica, en la cual sí era obligatorio pagar el diezmo; esto nos hace ver entonces que el diezmo que dio Abraham no fue el tipo de diezmo que debía pagar la nación de Israel. El diezmo que debía pagar la nación Judía era más bien como una especie de impuesto para el sostenimiento de su gobierno teocrático.

Por otro lado, vale la pena enfatizar que el versículo 20 no dice que Abraham diera una décima parte de todo cuanto poseía, o sea que no era un diezmo de su ingreso total ni alguna clase de diezmo anual o semanal, sino simplemente una décima parte de lo que había tomado de la batalla. Otro aspecto importante que debemos notar, es que en ninguna parte del Antiguo Testamento se menciona que Abraham volviera a dar el diezmo otra vez.

Es importante saber que la palabra “diezmo” usada en el libro del Génesis no hace referencia a una ofrenda necesaria, a un mandamiento divino, ni a una ordenanza; todo lo contrario, hace un énfasis fuerte en que es una dádiva voluntaria. El concepto del diezmo no era característico ni único de la Biblia, ni de aquellos que creen en el único Dios verdadero. Este concepto es más bien algo histórico. La idea era dar un diezmo a una deidad y era una costumbre pagana común; y esto era así para casi todas las culturas antiguas, el número diez era el símbolo de entregar todo cuanto tenían a ese “dios”.

La segunda vez que podemos leer la palabra diezmo se encuentra registrada en Génesis capítulo 28, donde Jacob hace un voto a Dios y en ese voto él se “compromete” delante de Dios a “darle” el diezmo de todo lo que Dios le fuera a dar. Fue un acto otra vez totalmente voluntario, no existía ley; pero no debemos perder de vista que fue un voto que Jacob quiso hacer y que nadie le pidió u obligó a realizar. Sin embargo, lo que sí podemos notar es que Jacob estaba haciendo sencillamente lo que hacían los paganos de aquella región. Lo que Jacob estaba tratando de hacer era comprar la bendición de Dios para tener un viaje seguro. Su motivación no era sincera y hoy lamentablemente aun podemos estar muy influenciados por los mismos motivos egoístas que tuvo Jacob (versículos 20-21).

Ahora, con respecto al diezmo en el período de la ley, podemos ver claramente en la Biblia que la tribu de Leví no podía tener propiedades. Por esta razón El Señor ordenó al resto de la nación sustentarlos con el 10% de sus ingresos, para que los sacerdotes levitas pudieran dedicarse al servicio del tabernáculo, labor que debían efectuar desde los 25 años, y al cumplir los 50 años, tenían que retirarse (Nm. 8:24-26).

Un punto muy importante que debemos resaltar aquí, es que el diezmo no era dinero, era en especies (Lv. 27:30), de modo pues que era exclusivamente para el sostenimiento de los levitas y creemos que quizás El Señor para evitar corrupción dentro de su pueblo Israel, ordenó que siempre el diezmo fuera entregado en productos: trigo, vino, aceite, animales, etc. todo lo cual era guardado en el “alfolí”, que era una gran pieza que estaba en el templo y que servía de bodega para almacenar el diezmo. Por eso en Malaquías 3:6-11 Dios le dice a la nación de Israel, no a la iglesia; que le han “robado” porque habían dejado de pagar su diezmo para los levitas, de hecho ahí no se habla de dinero ni mucho menos, incluso las ofrendas no eran dinero sino animales seleccionados por Dios para la expiación de pecados.

Otro punto importante de resaltar aquí, es que en aquel tiempo sí existía el dinero. La Biblia dice que en los días de Abraham ya existía el dinero; él compró con dinero el terreno para la tumba de su esposa. Además, son múltiples los pasajes que señalan que los trabajadores recibían “un denario” como salario por cada día de servicio. Incluso en la ley, en los días de Moisés, Dios había ordenando que no se retuviera el salario del jornalero hasta el día siguiente, debía ser cancelado cada día (Lv.19:13).

En pocas palabras, el diezmo fue instituido por Dios para la NACION de ISRAEL, como parte de su administración y gobierno teocrático (ver Deuteronomio 26:12); el cual estaba destinado a los levitas que no podían poseer tierras o heredad alguna y eso les servia de sostenimiento para sus necesidades primarias, mientras ministraban en el templo (para ampliar mucho más sobre este tema del diezmo para la nación de Israel recomiendo leer el libro del pastor John MacArthur, titulado ¿A quién pertenece el dinero?).

En lo que respecta al Nuevo Testamento, no existe ninguna instrucción “directa” o que trate con detalles sobre el diezmo ya que cuando una persona ha entregado su vida entera a Dios, esta entrega no limita “sus” posesiones materiales (ver Hechos Capítulo 4), esta entrega es una entrega TOTAL al Señor. Por eso en el Nuevo Testamento no se especifica una cantidad o un porcentaje específico que deba darse para SOSTENER la obra del Señor, pero sí se habla de DAR según uno haya prosperado (ver 1 Corintios 16:1-2), no porque Dios necesite dinero, sino porque los que están sirviendo en el establecimiento del reino de Dios son seres humanos que tienen necesidades como cualquier otro ser humano de la tierra; además de los gastos en los que se incurre cuando se tiene un “templo” que van desde las facturas de luz, agua, alquiler, sueldos, etc.

Esto es así, porque así como podemos notar con toda claridad en el Antiguo Testamento que el pueblo Judío tenía como regla diezmar para el manejo de su gobierno teocrático, hoy en día los cristianos deben ofrendar voluntariamente para el sostenimiento de la iglesia de Cristo. Note como lo explica el pastor-maestro John MacArthur:

“La enseñanza de la Biblia sobre el diezmo en comparación con la dadiva voluntaria es importante. El diezmo tanto en épocas del Antiguo como del Nuevo Testamento era el pago de impuestos y los judíos bajo la ley mosaica pagaban hasta un 25 por ciento por año en diezmos (eso es mucho mas que el 10 por ciento). Durante años, muchas iglesias fundamentalistas, evangélicas, conservadoras –denominacionales y no denominacionales- han promovido el diezmo como la norma básica para lo que sus miembros deben poner en el plato de la ofrenda. Pero un concepto tan inflexible, visto como un principio eterno y universal para todos los creyentes, sencillamente no se enseña en las Escrituras. El principio del Nuevo Pacto sobre la dádiva – por el que usted y yo debemos regir nuestra vida- no se deriva de algún por ciento obligatorio. La dádiva del Nuevo Pacto nace del corazón y se determina personalmente.” [1]

Eso implica que todo cristiano debe ofrendar (pudiéramos decir diezmar, si usted quiere) en su iglesia local según Dios le haya prosperado. Como un acto voluntario, como lo hicieron Abraham y Jacob; pero obviamente por los motivos correctos, no como si existiera una ley o una imposición puesta como si fuera del Señor para la Iglesia. Sumado a esto, como tampoco existe una cantidad asignada podemos adoptar si quisiéramos (en forma voluntaria) el modelo judío y lo mínimo que “pudiéramos” dar sería el 10% de todo lo que Dios nos ha prosperado, lo cual implica que no debo dejar de dar para la obra de Dios según mis posibilidades y mis niveles de ingresos. Esto implica que pudiera ser el 10% o menos que el 10%; pero nunca motivando o justificando un mal manejo del dinero que Dios me permite “ganar”. En última instancia, el objetivo principal de mi vida si soy cristiano debería ser contribuir generosamente con alegría y gratitud para la obra de Dios.

Como resumen, según todo lo explicado de la enseñanza del Antiguo Testamento con referencia al diezmo bajo la ley mosaica, vemos que el enfoque del diezmo es con respecto al tema de impuestos, para el sostenimiento del gobierno teocrático que tenía el pueblo Judío. En ese sentido y solo en ese sentido, necesitamos aclarar que existen solamente dos menciones de la palabra real impuestos en los evangelios y en ambos casos se refieren a tributación u ofrenda necesaria. Una de ellas la encontramos en Mateo 23:23. Este versículo es utilizado muchas veces por los defensores del diezmo según el modelo Judío, pero de lo que se trata ahí es simplemente de pagar los impuestos tal y como estaba instituido en la ley mosaica y fue eso lo que Cristo reconoció en los fariseos pero condenó su actitud farisaica ya que habían ignorado hipócritamente los más altos principios morales de la ley. El otro caso lo vemos exactamente con la misma enseñanza en Lucas 18:12.

Ya para finalizar, lo que expone el Nuevo Testamento sobre el tema del diezmo en Hebreos capítulo 7 versículos del 4 al 9 es simplemente un recuento de un suceso histórico del encuentro de Abraham con Melquisedec, que ya fue explicado más arriba, al inicio de este estudio.

Expuesta la verdad sobre el diezmo y la ofrenda o dádiva voluntaria tenemos que decir que lamentablemente muchas personas hacen uso indebido de los recursos de Dios y por eso no OFRENDAN o dan mezquinamente y lo único que demuestran con ese comportamiento y esa actitud sobre el dinero es que son peores que los incrédulos. Es bueno recordar lo que dice Dios en Su Palabra:

“No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. (Mateo 6:19-21)

Si el hombre tiene demasiado enfocado su corazón en el dinero, eso nos dice claramente que ahí esta su tesoro y esa es la causa y la razón de su mezquindad y de su corazón avaro o de su corazón codicioso.

A modo de conclusión todo cristiano debe OFRENDAR voluntariamente según Dios le haya prosperado, no con tristeza ni por necesidad. Algunos en la Iglesia recomiendan el diezmo como una forma de establecer una contribución proporcional a las ganancias. Personas con recursos amplios podrían dar mucho más del 10%, mientras que para un pobre, quizás dar el 10% podría significar negarles a sus hijos el alimento, lo cual no le exime de ofrendar según sus posibilidades, recordemos lo que dice la Palabra de Dios:

“Así que creí necesario exhortar a los hermanos a que se adelantaran en ir a vosotros, y prepararan de antemano vuestra generosa ofrenda, ya prometida, para que la misma estuviera lista como ofrenda generosa, y no como por codicia.

Pero esto digo: El que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará.

Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre”. 2 Corintios 9:5-7.

Estos versículos nos dejan ver claramente que la enseñanza del Nuevo Pacto sobre la acción de dar para la causa del Señor, no exige algún porcentaje obligatorio. El acto de dar debe nacer del corazón del creyente y debe ser determinado personalmente sin codicia, aunque en efecto Dios determinará cuánto Él nos bendecirá, cuándo y de qué manera lo hará.

Necesitamos alertar a todo creyente que no hay duda que cada hijo de Dios DEBE ofrendar en forma voluntaria, pero de igual forma necesitamos alertarles que no se dejen intimidar o abusar espiritualmente con conceptos tales como que si no “diezmas” eres un ladrón y Dios no te prosperará o que Dios te maldecirá. Eso solo demuestra o una gran ignorancia de la real y verdadera enseñanza sobre el diezmo o una muy sutil forma de abusar espiritualmente a los creyentes demostrando codicia sobre los bienes y recursos de los hijos de Dios. Bajo el Nuevo Pacto nadie está obligado a dar un porcentaje determinado de sus ingresos, lo que sí se nos enseña en el Nuevo Testamento es que uno DEBE OFRENDAR VOLUNTARIAMENTE según Dios le ha prosperado.

Por otro lado, no piense nadie que si uno ofrenda o “diezma” o “pacta con Dios”; (como por ahí muchos codiciosos falsos maestros enseñan) Dios está obligado a bendecirle y darle todo lo que necesite, ya que muchas veces el énfasis se hace más en las bendiciones que en vivir realmente una vida que agrade a Dios. No importa cuánto usted ofrende para la obra de Dios; si usted no vive en obediencia a la Palabra de Dios y por el contrario vive como si fuera un inconverso, no piense ni pretenda que Dios lo va a bendecir, todo lo contrario es muy probable que Dios mire con desagrado su ofrenda como miró la ofrenda de Caín, que era del maligno (1 Juan 3:12, Hebreos 11:4)


sábado, 22 de enero de 2011

John Piper - Pecado Sexual



A DIOS SEA LA GLORIA...

sobre todo poder y rey



A Dios sea la Gloria por los siglos de los siglos amen...

miércoles, 12 de enero de 2011

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:

Librados de la Vergüenza
Hebreos 11:13-16
      José Gil
Un sentimiento que nos lastima es la vergüenza. La ciencia médica ha encontrado que la culpa, la pena, el dolor, generan enfermedades y trastornos que abarcan la artritis, el reumatismo y los problemas cardiovasculares. Esta mañana escuchaba a un predicador decir que cuando un hijo de Dios se deja atrapar en una situación de pecado, es semejante a colocar a un águila en una jaula, y podría terminar hasta muriendo si no sale de esa prisión.
La vergüenza nos inunda cuando reconocemos nuestras culpas pasadas, que son perdonadas por la gracia de Dios. A partir de ese momento funciona como un sistema de alarma, que se activa cuando el alma percibe peligro para nuestra vida. Visto de esa forma, la vergüenza confirma la presencia del Espíritu de Dios en nosotros. Pero cuidado, un sentimiento de vergüenza excedido puede hacer vernos como menospreciados o poco valorados, lo cual es un peligroso pensamiento. La pregunta que vino a mi mente fue ¿Cómo ser libre del sentimiento de vergüenza que me inhabilita para el gozo y la alegría?
La respuesta la encontré leyendo en la carta a Hebreos, cuando meditaba el capítulo 11 sobre los héroes de la fe. Me encontré con un pasaje cuyas palabras son la llave que abre la celda del alma avergonzada. En 11:16 dice “…por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. Esto que deseo decirte hoy es oro puro. En primer lugar te compartiré a quienes se refiere cuando dice “Dios de ellos”, y el hecho es que tenían razones para sentir vergüenza. Luego de compartiré la clave para ser librados de ese sentimiento derrotista.
Una lista de contrastes: En la lista de las personas a quienes Dios se refiere al decir que no se avergüenza de ellos están Abel y Enoc, que cuentan con un expediente de conducta alentador. Para mi asombro, la lista también menciona a Noé, Abram, Jacob, Sara, Rahab, Moisés, Sansón y hasta Jefté. ¿Te das cuenta? Los antecedentes de estas personas incluyen la cobardía, el fraude, la incredulidad, prostitución, asesinato, fornicación y hasta sacrificios humanos. El cuadro de la última cena, pintada por Da Vinci, muestra a un Jesús tomando vino en copa de oro, sentado a una mesa elegantemente adornada, y a 12 discípulos recién salidos del salón para caballeros, con aspecto impecable. Nada más distinto de lo que debió ser la realidad. Parece que nos gusta pensar que las personas escogidas por Dios para marcar la historia fueron súper personas incorruptibles e infalibles, un equipo del que todos se sentirían orgullosos. Pero recordemos que Moisés sintió miedo cuando fue confrontado por la vergüenza de su crimen, las amigas de la hija de Jefté lloraban y lamentaban su sacrificio, Sansón sigue siendo recordado por algunos solo como un musculoso mujeriego. La lista de héroes de la fe de Hebreos 11 incluye a algunos que parecieron intachables, y a otros que pudieran haber parecido en un momento un montón de perdedores. Dios proclama, por igual que El “no se avergüenza de llamarse Dios de ellos”. ¿Puedes imaginarlos a todos en la foto de graduación con Jesús en el medio? Pues esa es la foto preferida de Jesús, quien es Dios de ambos, los aparentemente impecables los aparentemente perdedores, pero todos renovados.
Buscando lo invisible, creyendo lo imposible: si ponemos atención al pasaje nos daremos cuenta que hay un elemento que resalta de las personas nombradas: creyeron como una realidad lo que aún era invisible. ¿En qué creyeron? Dios les habló y ellos tomaron su palabra como suficiente. En el momento crucial de su vida se comportaron como si pudieran ver al Dios “invisible. El elemento común en todos ellos fue creer antes de ver, confiar, salir de donde estaban e irse a lo desconocido, solo porque Dios les pidió que lo hicieran. Lo segundo que leemos sobre ellos es que todos estaban buscando un sentido de nación, una patria. Dice el pasaje que ellos ya tenían una tierra que pudieron haber reclamado como suya, pero en su corazón había un anhelo de algo más, algo que este mundo no puede dar: reposo para el alma. El verso 14 dice que “buscaban una patria”, y aclara que no era una terrenal pues “aún tenían tiempo de regresar a ella” sino que buscaban “la celestial”.
La vergüenza desterrada: dice el pasaje que aquellas personas saludaron de lejos y esperaron lo que Dios prometió. ¿Sabes cuál fue esa promesa? Jesús mismo, quien vendría a darles identidad, nacionalidad, vendría a librarles de la vergüenza de su pecado. Pablo escribió “nuestra ciudadanía está en los cielos”. Lo que me motiva de aquellos patriarcas es que ellos confiaron en quien prometió, sin haber tenido la biblia disponible. Eso si que fue fe, y porque ellos no se avergonzaron de creer al Dios invisible, tampoco El se avergüenza de llamarse Dios de ellos. Esto me lleva a una pregunta entonces. Si Dios no se avergüenza de ellos ¿De que deberían entonces ellos avergonzarse? El mundo y el enemigo de nuestras almas tienen excelente memoria para recordar las vergüenzas, pasadas y presentes. Dios destierra esa vergüenza cuando dejamos de caminar en penumbras aferrados al mundo y los deseos pecaminosos, y ponemos nuestra mirada y nuestros pasos camino a nuestra patria celestial.
Conclusión: me cuesta algunas veces perseverar en mi camino a la patria eterna. Otras veces me he comportado como si esperara a morir para entonces llegar a casa en espíritu. Este pasaje me confirma que es ya, ahora, donde estoy, el tiempo perfecto para retomar el camino a mi patria. Puedo disfrutar el recorrido cada día, tomado de la mano por mi Dios que no se avergüenza de serlo, incluso en este mundo, y, sobre todo, libre de las vergüenzas de mis pecados.
Padre, estoy agradecido a ti porque no me confiesas como hijo tuyo, y no te avergüenzas de llamarte Dios mío. Gracias porque en el testimonio de los antiguos creyentes me muestras la gracia de tu promesa de salvación, que aquellos esperaron con fe. Concédeme que mi vida esté libre de vergüenza, y libre de pecado que avergüenza. Pon mi nombre en la lista de héroes modernos de la fe, para que el mundo pueda verte en mí, glorifiquen tu nombre, y quede una huella que otros puedan usar como referencia para su camino. Amen. 

domingo, 9 de enero de 2011

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:


Tres maneras de medir el tiempo
Juan 4
      José Gil
 Acaba de finalizar el 2010, y las celebraciones de lo que llaman “navidad” y “fin de año” se ha convertido para muchas personas en una búsqueda frenética de comida, bebidas, regalos y salones de fiestas disponibles para “compartir”. Para cuando llega el momento de cena o intercambio, son muchos los que ya están desgastados emocional y físicamente, listos para enojarse por cualquier cosa, o incomodarse si alguien subestima su gran esfuerzo para organizar la reunión.
 ¿Qué hace que la forma de medir el tiempo de tantas personas sea el desenfreno y sobresalto por una fecha, o abarrotar su closet de nuevas cosas, que pronto serán viejas? La respuesta: estamos midiendo el tiempo con el reloj equivocado. Estamos actuando en forma “natural” y no en forma “renovada”, estamos mirando las cosas con los lentes del sistema de valores de este mundo. Esa es la causa también de lo insatisfecho que nos sentimos al terminar la euforia de nuestras celebraciones.
 El pasaje en Juan 4 está repleto de enseñanzas sobre la necesidad del alma humana, y una de esas enseñanzas es que muestra tres distintas maneras de medir el tiempo. Confieso que esta historia del encuentro no casual de Jesús y una mujer samaritana, en un camino solitario, la había leído muchas veces, pero en este tiempo de cosecha en mi existencia, tengo la bendición de mirar un poco más al interior del corazón de Dios. Me entusiasma compartirte lo que encontré en este recorrido. Espero sea de bendición para ti.
 El tiempo para la mujer del pozo: ella vino al pozo a la hora sexta, eso es, al mediodía. Interesante que el agua se colecta a primera hora, antes que la sed aparezca y no cuando el calor sofocante ha hecho su trabajo. Recuerdo en casa de mi abuela, en Caño Blanco, se llenaba el cántaro de agua cada mañana, aun a oscuras. ¿Qué impulsaría a la mujer a venir a esta hora? El pasaje nos da una pista. Ella había tenido cinco maridos, y ahora vivía con un sexto hombre, que no era su marido. Cuantas burlas, ofensas, críticas y menosprecios pudo haber recibido. Su forma de medir el tiempo era la de quienes sienten “déjenme en paz, me han molestado y lastimado suficiente, me han restregado mis errores en cara y me harté, vendré al pozo evitando encontrarme con los hipócritas que se creen mejor que yo”. La forma de medir el tiempo de ella me recuerda que muchas personas parecen igualmente haber decidido que ya no permitirán que nadie les lastime, aunque eso implique aislarse y tomar el camino de los mediodías hacia el pozo profundo, de una vida lastimada y abandonada.
 El tiempo para los discípulos: llegaron y se sorprendieron de ver a Jesús conversando con una mujer. Salieron a buscar comida, y con comida regresaron. De modo que en 4:31 le dijeron a Jesús “come maestro”, es tiempo de comer, fuimos a buscarte comida, considera el calor y la distancia recorrida, por favor “come”. Una segunda frase del pasaje me permitió captar como pensaban los discípulos respecto al tiempo que estaban viviendo. En 4:35 Jesús pregunta “¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha?”. Me doy cuenta que su forma de medir el tiempo era según las necesidades materiales, lo que me recuerda que, también en nuestro tiempo, hay quienes miden su vida según las bendiciones materiales que Dios les provee. Parece que para muchos la expresión “Dios te bendiga” significa algo como “Dios te de un carro, una casa, un trabajo, buena salud, y, claro…comida y agua”. Todas esas son bendiciones provistas por el Padre para sus hijos, pero recordemos la clave “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas cosas les serán dadas como añadidura”. Lo que me lleva a la tercera forma de medir el tiempo en el pasaje.
 El tiempo para Jesús: es el tiempo de propósito, de cumplimiento de su misión celestial en la Tierra. La mujer había contado el tiempo para venir a la hora solitaria, mientras Jesús le estaba esperando a la orilla del pozo. Ella contaba las horas para que nadie la molestara, Jesús aguardaba el momento del encuentro personal. Dios es un Dios de encuentro personal, y en este mismo momento puede que esté sentado a la orilla del pozo de alguna área de mi vida, bajo el sol inclemente, esperando a que yo venga para tener la oportunidad de darme el agua de vida. En cuanto a los discípulos, hay dos expresiones que muestran la forma de medir el tiempo del Mesías. La primera está en 4:34, donde les dice “mi comida es hacer la voluntad de quien me envió, y completar su obra”. Recuerda que Jesús tenía sed, por eso le pidió agua a la mujer, y tenía hambre, por eso esperaba que sus discípulos trajeran comida. Sin embargo, cuando vio la necesidad de la mujer puso su apetito y sed en un segundo plano, para hablarle del reino eterno. La segunda está en su expresión “levanten sus ojos y miren los campos, listos para la cosecha”. Faltaban cuatro meses para la recolección de granos, pero Jesús estaba mirando a la mujer que regresaba seguida de los hombres de su comunidad. Su forma de medir el tiempo era la cosecha, no del grano que llena el estómago, sino de las almas que venían sedientas para oír la palabra de Dios, para los menospreciados, perdidos, los rechazados, los extranjeros en su propia tierra.
 Conclusión: como resultado del encuentro con Jesús, y su estadía durante dos días, aquella comunidad quedó convencida que habían conocido el hijo de Dios. ¿Sabes cuantos milagros hizo Jesús en esa comunidad? Ninguno. Ellos creyeron porque oyeron las palabras de vida eterna. No sé si los desprecios contra aquella mujer de visitas solitarias al pozo desaparecieron, pero seguro que la soledad del alma si fue sanada. No estoy seguro si los discípulos regresaron luego a buscar más comida, pero fueron testigos de que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
 Padre, gracias por enseñarme a medir el tiempo no por la cantidad de minutos que tenga y como me las haya ingeniado para que no me lastimen, tampoco por la provisión material que das a mi existencia. Gracias porque he aprendido que el tiempo en mi vida es el de tu propósito cumpliéndose en mí, para llevar agua de vida a los sedientos. Concédeme una vida libre de resentimientos y soledades, líbrame de una visión material de tu reino, y dame un reloj sincronizado con tu propósito, para mi bien, para mi felicidad, y, sobre todo, para la gloria de tu nombre. Amen.
 Acaba de finalizar el 2010, y las celebraciones de lo que llaman “navidad” y “fin de año” se ha convertido para muchas personas en una búsqueda frenética de comida, bebidas, regalos y salones de fiestas disponibles para “compartir”. Para cuando llega el momento de cena o intercambio, son muchos los que ya están desgastados emocional y físicamente, listos para enojarse por cualquier cosa, o incomodarse si alguien subestima su gran esfuerzo para organizar la reunión.
 ¿Qué hace que la forma de medir el tiempo de tantas personas sea el desenfreno y sobresalto por una fecha, o abarrotar su closet de nuevas cosas, que pronto serán viejas? La respuesta: estamos midiendo el tiempo con el reloj equivocado. Estamos actuando en forma “natural” y no en forma “renovada”, estamos mirando las cosas con los lentes del sistema de valores de este mundo. Esa es la causa también de lo insatisfecho que nos sentimos al terminar la euforia de nuestras celebraciones.
 El pasaje en Juan 4 está repleto de enseñanzas sobre la necesidad del alma humana, y una de esas enseñanzas es que muestra tres distintas maneras de medir el tiempo. Confieso que esta historia del encuentro no casual de Jesús y una mujer samaritana, en un camino solitario, la había leído muchas veces, pero en este tiempo de cosecha en mi existencia, tengo la bendición de mirar un poco más al interior del corazón de Dios. Me entusiasma compartirte lo que encontré en este recorrido. Espero sea de bendición para ti.
 El tiempo para la mujer del pozo: ella vino al pozo a la hora sexta, eso es, al mediodía. Interesante que el agua se colecta a primera hora, antes que la sed aparezca y no cuando el calor sofocante ha hecho su trabajo. Recuerdo en casa de mi abuela, en Caño Blanco, se llenaba el cántaro de agua cada mañana, aun a oscuras. ¿Qué impulsaría a la mujer a venir a esta hora? El pasaje nos da una pista. Ella había tenido cinco maridos, y ahora vivía con un sexto hombre, que no era su marido. Cuantas burlas, ofensas, críticas y menosprecios pudo haber recibido. Su forma de medir el tiempo era la de quienes sienten “déjenme en paz, me han molestado y lastimado suficiente, me han restregado mis errores en cara y me harté, vendré al pozo evitando encontrarme con los hipócritas que se creen mejor que yo”. La forma de medir el tiempo de ella me recuerda que muchas personas parecen igualmente haber decidido que ya no permitirán que nadie les lastime, aunque eso implique aislarse y tomar el camino de los mediodías hacia el pozo profundo, de una vida lastimada y abandonada.
 El tiempo para los discípulos: llegaron y se sorprendieron de ver a Jesús conversando con una mujer. Salieron a buscar comida, y con comida regresaron. De modo que en 4:31 le dijeron a Jesús “come maestro”, es tiempo de comer, fuimos a buscarte comida, considera el calor y la distancia recorrida, por favor “come”. Una segunda frase del pasaje me permitió captar como pensaban los discípulos respecto al tiempo que estaban viviendo. En 4:35 Jesús pregunta “¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha?”. Me doy cuenta que su forma de medir el tiempo era según las necesidades materiales, lo que me recuerda que, también en nuestro tiempo, hay quienes miden su vida según las bendiciones materiales que Dios les provee. Parece que para muchos la expresión “Dios te bendiga” significa algo como “Dios te de un carro, una casa, un trabajo, buena salud, y, claro…comida y agua”. Todas esas son bendiciones provistas por el Padre para sus hijos, pero recordemos la clave “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas cosas les serán dadas como añadidura”. Lo que me lleva a la tercera forma de medir el tiempo en el pasaje.
 El tiempo para Jesús: es el tiempo de propósito, de cumplimiento de su misión celestial en la Tierra. La mujer había contado el tiempo para venir a la hora solitaria, mientras Jesús le estaba esperando a la orilla del pozo. Ella contaba las horas para que nadie la molestara, Jesús aguardaba el momento del encuentro personal. Dios es un Dios de encuentro personal, y en este mismo momento puede que esté sentado a la orilla del pozo de alguna área de mi vida, bajo el sol inclemente, esperando a que yo venga para tener la oportunidad de darme el agua de vida. En cuanto a los discípulos, hay dos expresiones que muestran la forma de medir el tiempo del Mesías. La primera está en 4:34, donde les dice “mi comida es hacer la voluntad de quien me envió, y completar su obra”. Recuerda que Jesús tenía sed, por eso le pidió agua a la mujer, y tenía hambre, por eso esperaba que sus discípulos trajeran comida. Sin embargo, cuando vio la necesidad de la mujer puso su apetito y sed en un segundo plano, para hablarle del reino eterno. La segunda está en su expresión “levanten sus ojos y miren los campos, listos para la cosecha”. Faltaban cuatro meses para la recolección de granos, pero Jesús estaba mirando a la mujer que regresaba seguida de los hombres de su comunidad. Su forma de medir el tiempo era la cosecha, no del grano que llena el estómago, sino de las almas que venían sedientas para oír la palabra de Dios, para los menospreciados, perdidos, los rechazados, los extranjeros en su propia tierra.
 Conclusión: como resultado del encuentro con Jesús, y su estadía durante dos días, aquella comunidad quedó convencida que habían conocido el hijo de Dios. ¿Sabes cuantos milagros hizo Jesús en esa comunidad? Ninguno. Ellos creyeron porque oyeron las palabras de vida eterna. No sé si los desprecios contra aquella mujer de visitas solitarias al pozo desaparecieron, pero seguro que la soledad del alma si fue sanada. No estoy seguro si los discípulos regresaron luego a buscar más comida, pero fueron testigos de que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
 Padre, gracias por enseñarme a medir el tiempo no por la cantidad de minutos que tenga y como me las haya ingeniado para que no me lastimen, tampoco por la provisión material que das a mi existencia. Gracias porque he aprendido que el tiempo en mi vida es el de tu propósito cumpliéndose en mí, para llevar agua de vida a los sedientos. Concédeme una vida libre de resentimientos y soledades, líbrame de una visión material de tu reino, y dame un reloj sincronizado con tu propósito, para mi bien, para mi felicidad, y, sobre todo, para la gloria de tu nombre. Amen.
Acaba de finalizar el 2010, y las celebraciones de lo que llaman “navidad” y “fin de año” se ha convertido para muchas personas en una búsqueda frenética de comida, bebidas, regalos y salones de fiestas disponibles para “compartir”. Para cuando llega el momento de cena o intercambio, son muchos los que ya están desgastados emocional y físicamente, listos para enojarse por cualquier cosa, o incomodarse si alguien subestima su gran esfuerzo para organizar la reunión.
 ¿Qué hace que la forma de medir el tiempo de tantas personas sea el desenfreno y sobresalto por una fecha, o abarrotar su closet de nuevas cosas, que pronto serán viejas? La respuesta: estamos midiendo el tiempo con el reloj equivocado. Estamos actuando en forma “natural” y no en forma “renovada”, estamos mirando las cosas con los lentes del sistema de valores de este mundo. Esa es la causa también de lo insatisfecho que nos sentimos al terminar la euforia de nuestras celebraciones.
El pasaje en Juan 4 está repleto de enseñanzas sobre la necesidad del alma humana, y una de esas enseñanzas es que muestra tres distintas maneras de medir el tiempo. Confieso que esta historia del encuentro no casual de Jesús y una mujer samaritana, en un camino solitario, la había leído muchas veces, pero en este tiempo de cosecha en mi existencia, tengo la bendición de mirar un poco más al interior del corazón de Dios. Me entusiasma compartirte lo que encontré en este recorrido. Espero sea de bendición para ti.
 El tiempo para la mujer del pozo: ella vino al pozo a la hora sexta, eso es, al mediodía. Interesante que el agua se colecta a primera hora, antes que la sed aparezca y no cuando el calor sofocante ha hecho su trabajo. Recuerdo en casa de mi abuela, en Caño Blanco, se llenaba el cántaro de agua cada mañana, aun a oscuras. ¿Qué impulsaría a la mujer a venir a esta hora? El pasaje nos da una pista. Ella había tenido cinco maridos, y ahora vivía con un sexto hombre, que no era su marido. Cuantas burlas, ofensas, críticas y menosprecios pudo haber recibido. Su forma de medir el tiempo era la de quienes sienten “déjenme en paz, me han molestado y lastimado suficiente, me han restregado mis errores en cara y me harté, vendré al pozo evitando encontrarme con los hipócritas que se creen mejor que yo”. La forma de medir el tiempo de ella me recuerda que muchas personas parecen igualmente haber decidido que ya no permitirán que nadie les lastime, aunque eso implique aislarse y tomar el camino de los mediodías hacia el pozo profundo, de una vida lastimada y abandonada.
 El tiempo para los discípulos: llegaron y se sorprendieron de ver a Jesús conversando con una mujer. Salieron a buscar comida, y con comida regresaron. De modo que en 4:31 le dijeron a Jesús “come maestro”, es tiempo de comer, fuimos a buscarte comida, considera el calor y la distancia recorrida, por favor “come”. Una segunda frase del pasaje me permitió captar como pensaban los discípulos respecto al tiempo que estaban viviendo. En 4:35 Jesús pregunta “¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha?”. Me doy cuenta que su forma de medir el tiempo era según las necesidades materiales, lo que me recuerda que, también en nuestro tiempo, hay quienes miden su vida según las bendiciones materiales que Dios les provee. Parece que para muchos la expresión “Dios te bendiga” significa algo como “Dios te de un carro, una casa, un trabajo, buena salud, y, claro…comida y agua”. Todas esas son bendiciones provistas por el Padre para sus hijos, pero recordemos la clave “busquen primero el reino de Dios y su justicia, y esas cosas les serán dadas como añadidura”. Lo que me lleva a la tercera forma de medir el tiempo en el pasaje.
 El tiempo para Jesús: es el tiempo de propósito, de cumplimiento de su misión celestial en la Tierra. La mujer había contado el tiempo para venir a la hora solitaria, mientras Jesús le estaba esperando a la orilla del pozo. Ella contaba las horas para que nadie la molestara, Jesús aguardaba el momento del encuentro personal. Dios es un Dios de encuentro personal, y en este mismo momento puede que esté sentado a la orilla del pozo de alguna área de mi vida, bajo el sol inclemente, esperando a que yo venga para tener la oportunidad de darme el agua de vida. En cuanto a los discípulos, hay dos expresiones que muestran la forma de medir el tiempo del Mesías. La primera está en 4:34, donde les dice “mi comida es hacer la voluntad de quien me envió, y completar su obra”. Recuerda que Jesús tenía sed, por eso le pidió agua a la mujer, y tenía hambre, por eso esperaba que sus discípulos trajeran comida. Sin embargo, cuando vio la necesidad de la mujer puso su apetito y sed en un segundo plano, para hablarle del reino eterno. La segunda está en su expresión “levanten sus ojos y miren los campos, listos para la cosecha”. Faltaban cuatro meses para la recolección de granos, pero Jesús estaba mirando a la mujer que regresaba seguida de los hombres de su comunidad. Su forma de medir el tiempo era la cosecha, no del grano que llena el estómago, sino de las almas que venían sedientas para oír la palabra de Dios, para los menospreciados, perdidos, los rechazados, los extranjeros en su propia tierra.
 Conclusión: como resultado del encuentro con Jesús, y su estadía durante dos días, aquella comunidad quedó convencida que habían conocido el hijo de Dios. ¿Sabes cuantos milagros hizo Jesús en esa comunidad? Ninguno. Ellos creyeron porque oyeron las palabras de vida eterna. No sé si los desprecios contra aquella mujer de visitas solitarias al pozo desaparecieron, pero seguro que la soledad del alma si fue sanada. No estoy seguro si los discípulos regresaron luego a buscar más comida, pero fueron testigos de que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
 Padre, gracias por enseñarme a medir el tiempo no por la cantidad de minutos que tenga y como me las haya ingeniado para que no me lastimen, tampoco por la provisión material que das a mi existencia. Gracias porque he aprendido que el tiempo en mi vida es el de tu propósito cumpliéndose en mí, para llevar agua de vida a los sedientos. Concédeme una vida libre de resentimientos y soledades, líbrame de una visión material de tu reino, y dame un reloj sincronizado con tu propósito, para mi bien, para mi felicidad, y, sobre todo, para la gloria de tu nombre. Amen.

jueves, 6 de enero de 2011

¿ Mis propósitos de año nuevo ?


Pastor Chuy Olivares

Sal 20:4 Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo. (Reina-Valera 60)


Un año más…Sal 20:4 Que te conceda Dios lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes.(BAD, La Biblia al Día)

Ha iniciado un nuevo año y las personas se plantean metas y objetivos. Decidirse a reducir tallas, a vivir más sanamente, a dejar hábitos dañinos, todo es parte del ritual de plantearse “buenos propósitos de año nuevo”. Le invito a que revisemos esta práctica.

La RAE define “propósito” como:

1.- El ánimo , la intención (el deseo, el anhelo) de hacer o de no hacer algo .

2.- Cosa que se pretende (se desea) conseguir.

Cualquier persona puede plantearse propósitos, intenciones y deseos, intentar conseguir metas y planes, todo lo cual es válido. La pregunta es: ¿nuestros deseos, planes y propósitos están de acuerdo con la voluntad de Dios? ¿Cuál es el origen de mis metas y objetivos? ¿Provienen de mi carne, de mi ego, de mi Yo? ¿Vendrán de mi ambición, de mi codicia o de mis deseos puramente terrenales? ¡Todo creyente debería responder a esas preguntas a la luz de la Palabra de Dios!

Tal vez el mayor cuidado que deberíamos tener respecto a nuestros deseos, consista en evitar que éstos sean motivados por la CODICIA. ¿Qué es la codicia? Es desear con ansia, con vehemencia, obtener riquezas o cualquier tipo de posesiones materiales. Al respecto, la Biblia nos advierte:

Exo 20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

No se cansa el ojo de ver…Desear de forma desmedida, vehementemente o con lujuria alguna cosa o incluso alguna persona es, sin duda, un mal deseo.

Incluso ocurre que las personas violentan las leyes terrenales y la Palabra de Dios con tal de alcanzar sus metas y cumplir sus deseos.



La Biblia insiste:

Pro 6:25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos.

Evidentemente es normal que un hombre desee casarse con una mujer que le gusta, que le parece hermosa; pero dejarse llevar por el deseo sexual que provoca la hermosura, es un gran error.

Pro 31:30 Engañoso es el encanto y pasajera la belleza.

Otro deseo natural y de buen nombre es poseer una casa dónde vivir. Pero la Palabra marca claros límites al respecto:

Miq 2:2 Codician campos, y se apropian de ellos; casas, y de ellas se adueñan.

Codiciar una propiedad, desearla desmedidamente, puede ser piedra de tropiezo en nuestra vida espiritual. Un deseo de semejante naturaleza nos empuja con fuerza hacia el pecado.

Hab 2:9 ¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa!

Es igualmente normal desear cosas para acondicionar la casa, pero éstas deben ser ganadas de forma honesta. El afán desmedido y la codicia nos conducen a tratar de obtener las cosas de manera fraudulenta, aceptando cohecho, robando o hasta endeudándonos fuera de las posibilidades reales de pago. Las cosas en sí mismas, según se ve, no son malas. Incluso ni siquiera es malo desearlas, pero es terrible darle lugar a la codicia, al afán por obtenerlas.

Incluso la codicia que no ha producido aún su fruto de maldad es ya un pecado:
Huid de la fornicación…
Mat 5:28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Dios nos dio impulsos sexuales, pero es contra Dios usarlos fuera del marco del matrimonio. La codicia sexual puede, fácilmente, hacernos perder el control. Entonces somos nosotros quienes vivimos bajo el control de tales impulsos. Hombres como David o Sansón pagaron un alto precio por dejarse dominar por sus deseos sexuales.

Y finalmente, en la cima de las aspiraciones terrenales, el dinero, que ciertamente sirve para todo pero que puede despertar la codicia:

1Ti 6:10 Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

El amor al dinero se considera un deseo insano que nos puede desviar de los caminos de Dios y que al final nos llena de dolor y de amargura. ¡Cuántos cristianos, cuántos ministros, cuántos cantantes cristianos se han dejado seducir por el dinero y prostituyen los dones y los talentos que Dios les dio! ¡El dolor y la amargura, un día, harán presa de ellos!, pues está escrito: “su pecado los alcanzará”.

La naturaleza humana desea lo terrenal y lo carnal.

San Pablo nos instruye:

Rom 13:14 … vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

Es decir:

1Pe 1:14 como hijos obedientes, no os conforméis (no se amolden) a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia.

1Pe 2:11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.

La versión PDT (Palabra de Dios para Todos) de este texto dice:

1Pe 2:11 Queridos hermanos, ustedes son como extranjeros y forasteros en esta sociedad. Por eso les ruego que luchen para no complacer aquellos deseos humanos que van en contra de su nueva vida.

El apóstol Juan lo dice de esta manera en la versión PDT:

1Jn 2:15-17. No sigan amando al mundo ni a lo que hay en él. Si alguno ama al mundo es porque no tiene el amor del Padre. Esto es lo malo del mundo:

desear cosas sólo por complacer nuestras malas pasiones; dejarnos atraer por lo malo que vemos y sentirnos orgullosos de las cosas que tenemos. Pero nada de eso viene del Padre, sino del mundo. El mundo está llegando a su fin junto con los deseos que hay en él; pero el que hace lo que Dios quiere, vive para siempre.

Nuestro corazón nos puede engañar haciéndonos desear impuramente cosas que no son malas en sí mismas. En otras palabras, se pueden desear cosas de buen nombre y de noble estima pero con motivaciones equivocadas como la satisfacción del ego, la carne y el orgullo. Por poner un ejemplo, un pastor puede desear tener una iglesia grande, lo cual en sí mismo no es malo, pero si este deseo tiene como objetivo satisfacer su ambición, obtener reconocimiento, ensanchar su orgullo, adquirir prestigio y fama, su visión es pecaminosa delante de Dios.

La tentación del aplauso…Un ejemplo de ello es el llamado G12, organización que motivó –sedujo- a muchos líderes a enfrascarse en la búsqueda de un crecimiento explosivo que sólo les condujo a la ruina, producto de la mente carnal de un solo hombre. Lo mismo sucede cuando un líder ama más “la visión que Dios le dio” o “su” ministerio que al Señor mismo. Tristemente no son pocos los que tratan a toda costa de que su trabajo entre los cristianos sea próspero y exitoso para su gloria personal, “convenientemente” disfrazada de trabajo “para la gloria de Dios”.

Otro ejemplo es el del falso evangelio de la prosperidad, que ha despertado deseos malsanos y lujuriosos en la vida de muchos creyentes que llegan a afirmar, incluso, que Cristo murió en la cruz para prosperarles en todo, para hacerles ricos, para procurarles comodidades. Incluso citan repetidamente esta palabra:

3Jn 1:2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.

Revisar esta misma enseñanza en diferentes versiones de la Biblia deja muy claro su verdadero significado, claramente lejano a la mera prosperidad financiera:

3Jn 1:2

(BAD) Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.

(BLS) Amado hermano, le ruego a Dios que te encuentres muy bien, y también le pido que te vaya bien en todo lo que hagas, y que tengas buena salud.

(BJ) Pido, querido, en mis oraciones que vayas bien en todo como va bien tu alma y que goces de salud.

(Versión Jünemann) Amado, en todo oro que avances y bien estés, tal como avanza tu alma.

(LBLA) Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.

(NVI) Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.

(PDT) Querido hermano: le pido a Dios que te vaya bien en todo y que tengas buena salud física, así como la tienes espiritualmente.

¿Cómo tener propósitos que agraden a Dios?

Sal 37:4 Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.

Este es otro de los versículos favoritos de los profetas de la prosperidad. Es conveniente analizarlo ahora para que entendamos de una vez qué nos dice el Señor mediante estas palabras. Evidentemente no se habla aquí de los congregantes que el domingo, mientras cantan en la congregación, se gozan con la música que escuchan; interpretación sumamente extendida y claramente errónea.

Maleable…El vocablo ¨deléitate¨ se traduce del hebreo anág que significa ser maleable. La maleabilidad es la característica que metales como el oro tienen de ser transformados, amoldados y trabajados sin que se rompan, gracias a lo cual el artesano les puede dar la forma que desea.

Aplicado este concepto a la vida cristiana, quien se deleita en el Señor es maleable, dócil, suave, fácil de moldear, no se resiste a la formación y no se rompe, no se cuartea ni se desdibuja mientras Dios trabaja con él para formarlo a la imagen de Cristo Jesús.

Sal 138:8 Jehová cumplirá su propósito en mí.

Que quede claro: Dios va a cumplir Sus deseos, Sus planes y Sus propósitos en mí. Te preguntarás: ¿y mis planes, Señor? Yo diría que si no son los planes de Dios… ¡deberías irte despidiendo de ellos!

San Pablo lo dice así :

Rom 8:28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

En resumen, un verdadero discípulo se deja moldear por el Señor –se deleita- para que Él cumpla sus propósitos, sus deseos y sus planes. Es entonces cuando Dios nos forma a su imagen y nuestro corazón se funde con el suyo, se vuelve uno con Él… así que nuestros deseos ahora son los suyos. ¡Estos son los deseos de nuestro corazón que Dios prometió concedernos: los Suyos, pues moldeados por Él ya no hay lugar para nuestros propios intereses! ¡Gloria a Dios!

¿Decepcionado? Piensa entonces seriamente dónde estás plantado, pues un verdadero hijo de Dios no debería estarlo, dado que quienes creemos en Él entendemos que Sus deseos son, con mucho, mejores que los nuestros, y que los nuestros tienden a ser superficiales, vacíos, terrenales, insensatos.

Entonces son ¿Mis propósitos de año nuevo… o Sus propósitos para mí en este año que inicia?

Ahora podemos decir como el salmista:

Sal 38:6-9 Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día. Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto.

Sal 73:21-25 Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.

Sal 145:18-19 Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.

Termino con una breve historia.
Ser más como Cristo…
Se cuenta de un hombre que preguntó a un estudiante qué era lo que más deseaba en la vida. Éste le contestó: “libros, salud y silencio para estudiar”. Luego el hombre le hizo la misma pregunta a un usurero prestamista, que le contestó : “Dinero, dinero y más dinero”. Más tarde preguntó lo mismo a un hombre pobre, que sin vacilar respondió: “Pan, pan, pan”. Después encontró a un ebrio que también opinó: “Licor, licor, licor”. Luego, dirigiéndose a una multitud que festejaba el año nuevo preguntó lo mismo, y respondieron todos a una: “Riqueza, fama, placeres”. Desilusionado por tantas respuestas vanas, vacías y superficiales, el hombre le preguntó a un anciano que tenía fama de ser un hombre bueno, qué era lo que más deseaba en la vida. El anciano respondió con calma y con dulzura: “Amar profundamente a Cristo, parecerme más a Cristo y ser más como Cristo”.

Hay de deseos a deseos: unos son terrenales, vanos, temporales y vacíos, otros trascienden a la eternidad.

Entonces, ¿me haré propósitos de año nuevo… o dejaré que Dios cumpla sus propósitos en mí en este año que comienza?

domingo, 2 de enero de 2011

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:

Después de partir
Lucas 16:19-31
 José Gil
Los actores Jack Nickolson y Morgan Freeman, interpretaron a dos desconocidos cuyas vidas se cruzan en un cuarto de hospital, poco antes de morir. El primero era un ejecutivo de empresas, el segundo, un mecánico con fe. Esa historia logró que mi atención se concentrara en la vida y no en sus muertes. Existe, sin embargo, otra historia mucho más interesante, y esta es real, sobre lo que procede a nuestra partida. Es la historia de un hombre llamado Lázaro y, otro, cuyo nombre se omite. Quiero primero escribirte la antesala de la partida y luego cuatro realidades que responden la pregunta ¿Qué hay después de partir de este mundo?

He encontrado un solo pasaje en toda la escritura que revela algunas respuestas, Lucas 16:19-31. Confío que reforzaran tu gozo y confianza en Jesús. La muerte es el último enemigo a vencer, y todos pasaremos por esas aguas. Sin embargo, produce entusiasmo y confianza que Jesús venció la muerte, y en su victoria nosotros la hemos vencido también. Gloria a Dios!

Una historia real: Una característica de las parábolas de Jesús fue la omisión de nombres propios de personas o lugares. Llama la atención que en este pasaje se mencione el nombre Lázaro, lo que confirma que es una historia real. La referencia a Moisés y los profetas como enseñanzas recibidas, ubica el tiempo de la historia en el periodo intertestamentario.
Dos formas de vivir: si lees los versos 19-22 observas que el hombre rico y Lázaro estuvieron cerca pero separados. Uno en abundancia pero sin generosidad de corazón, el otro carente de todo menos de confianza en Dios. El primero fuerte, el otro minusválido. Vivieron en torno a la misma casa, en la misma época y puede que hasta se hayan visto alguna vez, pero sus vidas fueron muy diferentes.

Dos formas de morir: Lázaro murió en buena compañía, y los ángeles le llevaron a casa. ¿Puedes imaginar a este hombre contemplar estos seres celestiales? Puedo imaginar su alegría al darse cuenta que el mismo Padre Celestial envió por el con una tarjeta de invitación VIP. Aleluya. “Estimada es a los ojos de Dios la muerte de sus santos”, partimos en la mejor compañía, llevados a casa por amigos. Ahora bien, el rico murió después de Lázaro (era de esperarse por la limitada salud física del leproso), pero del primero solo se dice que “fue sepultado”, vaya soledad espiritual. Dos formas de vivir, dos formas de morir.

Vista la antesala donde se definen los destinos del alma, ahora fíjate lo que procede a nuestra partida de este mundo.

Separación o Comunión. Después de partir solo existen dos posibles estados para el alma, unidos a Dios o separados de El.
La situación del hombre egoísta llegó a ser la de separado de Dios (versos 23-25). Se dice que el infierno es un lugar de fuego y azufre…puede que así sea, pero la idea bíblica de infierno es la de estar separados de Dios. La palabra hebrea SEOL es similar a la palabra griega HADES, su origen es Gehenna, y uso se remonta al lugar llamado Valle de los hijos de Hinnon. Estaba fuera de la ciudad, allí se quemaba la basura y había perros salvajes que la comían. Allí estaban comúnmente los que sufrían enfermedades consideradas “inmundas” y forajidos al margen de la ley.

En cambio fíjate que Lázaro estaba en el “seno de Abraham”, esto es sentado en una mesa a mano derecha del huésped, sitio del invitado de honor a una fiesta. Para quienes vivimos unidos a Dios antes de partir, nos espera una mayor y mejor comunión después de partir. Quienes disfrutamos de unión con Dios nunca estamos solos, y después de partir…esa compañía será más palpable, no necesitaremos fe, sino que veremos cara a cara.

Condición eterna.  El verso 26 dice que hay una “cima de separación” esto es, que no es posible pasar de un lugar a otro. Una vez que partimos vamos al lugar que escogimos ir, y una vez allí, no se puede cambiar la selección hecha. El autor de Hebreos dice claramente “queda establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después sean juzgados”. Lázaro tendrá una eternidad en compañía Divina, el egoísta del pasaje…quedará solo.

Carácter eterno. Existe en el mundo occidental la tendencia a creer que al morir, de alguna forma milagrosa nuestro carácter se torna bueno, pero no es así. Los versos 27-28 revelan una verdad contundente: el rico fue egoísta en vida y lo seguía siendo después de morir. Fíjate que el pidió que Lázaro fuera enviado a servirle, como la respuesta fue “no se puede”, pidió que fueran a avisarle a sus hermanos, y la respuesta fue la misma Finalmente declara que su incredulidad se debió a que nadie resucitado de los muertos le había predicado (por cierto que con eso estaba culpando a Dios mismo de su infierno). El egoísta retuvo su carácter, y le acompañará por la eternidad. Lázaro tuvo en vida terrenal un carácter que descansaba sobre su confianza en Dios, y así siguió siendo después de partir.

Palabra eterna. Esta historia ratifica la autoridad de la palabra Divina, pues la sentencia final es “a Moisés y los profetas oigan” (versos 29-31): lo que ocurre después de partir depende de nuestra respuesta a la palabra de Dios antes de partir.  Su autoridad es manifiesta por el testimonio de Moisés y los profetas, cumplida y completada en con la venida del Cristo.
Conclusión: ¿temes partir? No temas, tus días están en manos de Dios, no te apresures, ni te inquietes, vivirás hasta que Dios cumpla su propósito en ti. Mi madre y yo fuimos víctimas de asalto a mano armada ayer. Doy gracias a Dios porque no hubo miedo (pensándolo bien uno de los asaltantes parecía aterrado), no hubo ansiedad, no hubo derrota en mi. Mi corazón fue puesto a prueba frente a la muerte…y venció. Mi vida, como la de Lázaro, no está en manos de circunstancias ni de personas, sino en las de mi Dios. Su presencia da valor y fortaleza.

Padre, estoy agradecido porque incluso en la muerte me acompañarás, porque me das el privilegio de seguirte desde este lado de la vida, y continuar haciéndolo al pasar las aguas, porque eres Dios de vivos y no de muertos, porque ante tu palabra revelada mi corazón toma ánimo y se alimenta mi fe. Concédeme que pueda compartir esta palabra de aliento, de seguridad con mis amigos y conocidos…un día, cuando nos llames a casa, iremos sin temor, en grata compañía, y estaremos a la mesa con la mejor compañía de todas, la de Jesús, como sus amigos de confianza. Amen.

CRISTO TE AMA

BURBUJAS DE BENDICIONES

GRACIAS POR TU VISITA