Elaine Martins Alabando en el Presidio

domingo, 23 de noviembre de 2014

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: LA PLEGARIA DEL VALIENTE

La plegaria del valiente
Por José Gil
Caminaba por el centro de la ciudad de La Haya, era Domingo, temprano, y muy pocos transeúntes se veían por aquella usualmente concurrida calle. Aprovechaba que el sol regalaba algo de calefacción gratuita y la tranquilidad y silencio del entorno. Antes de llegar a una esquina vi a mano derecha un montón de mis artículos preferidos: libros. “Librería central Americana” decían unas letras color azul en la entrada. Estaba abierta, así que entusiasmado entré. Mis ojos recorrían algunos títulos, algunos de los cuales no entendía por cierto, cuando encontré un estante con el título “libros en español”, y me dispuse a mirar títulos y autores. Benedetti, Borges, Allende, figuraban entre los destacados. Fue curioso mirar “El largo camino hacia la libertad” de Mandela al lado de otro libro, escrito por cierto personaje de la política norteamericana cuyo nombre me reservo…sonreí y conversé puertas adentro de mi alma, si coexistieron en el planeta ¿Por qué no en una librería? En cierto momento tomé del estante un libro y leí, al principio de uno de sus capítulos, una frase que, de inmediato, hizo conexión conmigo: “Nunca estas solo, no tengas miedo aunque el camino se haga largo”. Tal frase inscrita en la biografía de un joven que enfrentaba un cáncer terminal me recordó el porqué de cuando en cuando mi alma se pone de pie para aplaudir a guerreros, a valientes que, anónimamente, libran una batalla más digna que muchas de las absurdas que la historia -y quienes la escribieron- han querido elevar para alimentar patrioterismos superficiales. La batalla en la que cada alma enfrenta sus gigantes, sus demonios, sus pruebas…como lo queramos llamar. Me fascinó que incluso en su hora menguada ese joven, lo mismo que tantos otros, descifran la clave para derribar al Goliat en su Valle de Elah. No estamos solos. Nunca, jamás estamos solos. Cuando leo algunos de los escritos que algunos de tales valientes han dejado percibo algo en común, un sentido de lo eterno, de lo que permanece, de algo que trasciende a la vida física. Lo llamo alma, y cuando el valiente enfrenta al gigante, sus acciones, tanto o más que sus palabras, son una plegaria que dice “no estoy solo, venceré”. Ahora déjame decirte lo que me motivó a escribirte estas líneas. Una cosa que ya no es tan inusual para mí es que, apenas unas horas antes de entrar a aquella librería, había participado en un dialogo sobre la soledad y el valor, sobre el vacío y miedo que puede producir en un alma el sentimiento de soledad. Entendí que no estaba allí por casualidad. Estaba allí para encontrar una respuesta que compartir, procedente no de quien disfruta el andar en una cómoda y segura ciudad de Europa, sino de un joven que enfrentó a un gigante llamado cáncer sin perder el valor. ¿De dónde viene la fuerza de este tipo de valientes? De su confianza en Dios. Cínicos y mercaderes de fe han poblado estantes de la baratija de la historia, pero la sección de valientes suele estar ubicada en autores anónimos cuya intención no fue vender, dominar ni manipular sino que la victoria era el destino de su alma, aunque no contaron con compañía humana en muchos de sus tramos. Mientras caminaba de regreso para plasmar estas líneas recordé una de los pasajes más atesorados de mi vieja Biblia, son palabras que Dios dice a un solitario joven procedente de una familia disfuncional, desechado en muchos aspectos, pero con un corazón valiente. Dios le dijo a ese joven: “Aunque tu padre y tu madre te abandonaran, yo nunca te abandonaré ni te dejaré”. Pienso en mi madre, enviudando con 37 años, sin trabajo, dinero ni profesión, justo el mismo mes que la casa alquilada en que vivíamos se derrumbara, ya tiene 73 y proclama a vecinos y amigos que “nunca ha estado sola”. Pienso en aquella amiga cuyo esposo fue asesinado frente a su casa, en quien injustamente fue humillado y echado de su trabajo para enfrentar una crisis económica que había llevado a algunos incluso al suicidio…si, la soledad es un gigante temible y terrible, pero entonces el alma valiente eleva su plegaria: “no estoy solo, venceré”. ¿Sabes? Nunca estarás solo o sola, naciste con los ojos de Dios sobre ti, una compañía que se manifiesta a través de otras almas, pueden ser familia, amigos o los samaritanos del camino, pero siempre has estado en compañía, siempre. Pienso en Jesús diciéndole a sus seguidores que “los ángeles que cuidan a los niños ven el rostro del Padre cada día”. Estamos acompañados, la soledad nos pone en estado de sitio solo cuando sacamos la vida de su contexto intelecto-espiritual. La tristeza puede invadirnos en tiempos peligrosos. Pienso en aquel viejo profeta deprimido que pensaba ser el único que continuaba confiando de Dios. ¿Sabes la respuesta Divina? Ponte de pie y anímate, porque “yo te mostrare que hay siete mil que me son fieles”. Imagínate, Elías pensaba estar solo pero había siete mil valientes como él. ¿Imaginas cuantas almas valientes están ahora mismo, igual que tú, enfrentando su batalla mientras elevan su plegaria? No son plegarias de desespero, aunque algunos pasajes de la vida son feroces, son la plegaria de quien sabe que Dios la acompaña en dos formas: externa a través de otras almas y ángeles (sus agentes secretos infiltrados en territorio hostil), e interna, avivando esa confianza que nace dentro de nosotros. En este día mi alma aplaude de pie a los valientes del camino, a los que van dejando una huella que vale la pena seguir y celebrar, a los que anónimos se levantan contra la injusticia, el miedo, se esfuerzan a favor de recuperar la dignidad del alma. Me gusta pensar que, en sus propias palabras, algo en su ser interior les hace confiar “no estoy solo, venceré”. Quiero hacerme eco de esa plegaria: “no estás solo, vencerás”. Feliz día.

TU REFRIGERIO ESPIRITUAL DE HOY: SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Segundas oportunidades
Por José Gil
Esa mañana había salido con buen tiempo para tomar un tren que me llevaría a la ciudad de Voorburg, en la que a primera hora debía estar para cumplir un compromiso de trabajo. El día anterior había abonado saldo a una tarjeta de embarque en el tren y tenía suficiente saldo para hacer unos cuantos viajes sin problema. Al llegar a la estación pasé la tarjeta por el dispositivo de lectura y ubiqué el andén número 6, donde vi el aviso que confirmaba la hora y destino, ese era mi tren. Confiadamente subí y tomé asiento. Las puertas se cerraron y se inició el  recorrido, entonces ocurrió lo que me motiva a escribirte hoy. El controlador del tren vino para verificar que los pasajeros hubieran pagado su viaje y el primer pasajero que revisó fui yo. “Hay un problema” me dijo, y yo me sentí preocupado pensando en todo menos en lo que me diría después…”su tarjeta está bien y tiene saldo, pero este viaje no fue cargado al sistema”. Para ese momento ya algunos pasajeros miraban al cara de latino o árabe, posiblemente pensando que era un coleado. Si fuese uno de esos X-Men habría mutado mi rostro para esconder mi rubor…justo cuando yo venía tan confiado de que estaba haciendo todo bien. Sin inmutarse el controlador me observó severamente e hizo una pregunta “¿Se aseguró que la luz del dispositivo se encendiera al pasar la tarjeta?” Creo que mi estatura se debe haber recortado unos cuantos centímetros…”no recuerdo”. Una vez más me miró y dijo “¿A dónde se dirige?” Justo en el momento que por el altavoz se oía una voz metálica “la próxima estación Voorburg”. Era donde me correspondía bajar, pero un descuido antes de tomar el tren, me enfrentaba a una inusual vergüenza, sin contar una posible multa o algo más severo. No había prestado atención a la luz verde al pasar mi tarjeta. Desconozco si fue su percepción de que no le mentía o su sensibilidad ante un extranjero visitante, o ambas, pero la frase final del controlador para mí fue “debe poner más atención la próxima vez”, y sonriendo me advirtió “no pase la tarjeta al salir o será multado”. De modo que, avergonzado, viaje gratis, porque la autoridad del tren mostró gracia aunque también advirtió justicia. Me dio una segunda oportunidad, decidió confiar que la próxima vez yo mantendría la intención de hacer lo correcto pero además pondría atención a los detalles importantes. Ahora, me pregunto, cuál habría sido mi decisión si yo hubiese estado en los zapatos del controlador, en un país organizado hasta en mínimos detalles, cuyos pocos casos de delincuencia suelen estar asociados a “visitantes” y, tan temprano, toparse con un sospechoso de estar aprovechando su sistema y estilo de vida. ¿Qué habrías hecho tú conmigo? Algunas veces somos severos al emitir juicios a otros, pero una voz en nosotros tantas veces grita por benevolencia. Con demasiada frecuencia superficialidad y religiosidad  nos hacen sentenciar a algún “avergonzado” en el camino, cuando nosotros mismos hemos sido tantas veces beneficiado por segundas oportunidades. Una de las cosas más maravillosas de la vida se produce cuando una segunda oportunidad nos es regalada, aunque merecíamos vergüenza y multa. ¿Alguna vez tuviste esa rara sensación de caminar sobre una cuerda floja entre la vergüenza y tu destino? Puede que me equivoque pero me parece que todos, en el sentido espiritual, en algún momento, hemos estado en ese vagón, incluso algún santurrón que enviaría a todos al infierno. Viene a mi memoria historias cuando Jesús tuvo un encuentro con personas que estaban en un vagón del tren de la vida del que merecían ser expulsados, y ¿Sabes cuál fue su sentencia? “Ve, y no peques más”. A un religioso de su tiempo le preguntó si un acreedor perdonaba a dos deudores, el primero una gran deuda y al otro una más pequeña ¿Cuál amaría más a quien perdonó? La sabia respuesta: aquel a quien más se le perdonó. Si pudiéramos trascender al nivel de las oportunidades que hemos recibido disfrutaríamos una actitud de agradecimiento que nos daría una armonía interna que reyes y generales han buscado en las guerras equivocadas. Tengo buenas noticias para ti. La vida ofrece segundas oportunidades porque la persona con autoridad la ofrece: Jesús. Segunda oportunidad para recuperar una imagen deteriorada, sanar heridas, recuperar un dialogo perdido. Me gusta saber que el controlador del tren de la vida tiene la autoridad para bajarme, multarme y hasta hacerme detener…pero mira mi condición y me ofrece una oportunidad de hacerlo mejor. Me gusta pensar que la vida me dice “José, sé que puedes hacerlo mejor, eres libre, estas absuelto, ahora haz las cosas bien y pon atención para hacerlo mejor…aprende y avanza”. El Dios en el que creo tuvo firmeza de carácter para expulsar a quienes robaban en su nombre, pero también la sensibilidad para decir a los que viajaban sin pagar “ve, y no peques más”. Soy un alma agradecida porque ese controlador de tren me permitió recordar, esa mañana de invierno, que alguien, en un caluroso día de primavera, me absolvió para que no viviera en vergüenza, sino disfrutando una segunda oportunidad. Ahora puedo incluso aprender suyo para dar segundas oportunidades en el camino. Agradece y disfruta tu segunda oportunidad, y extiéndela a otros. Feliz día.

CRISTO TE AMA

BURBUJAS DE BENDICIONES

GRACIAS POR TU VISITA