Elaine Martins Alabando en el Presidio

domingo, 2 de enero de 2011

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:

Después de partir
Lucas 16:19-31
 José Gil
Los actores Jack Nickolson y Morgan Freeman, interpretaron a dos desconocidos cuyas vidas se cruzan en un cuarto de hospital, poco antes de morir. El primero era un ejecutivo de empresas, el segundo, un mecánico con fe. Esa historia logró que mi atención se concentrara en la vida y no en sus muertes. Existe, sin embargo, otra historia mucho más interesante, y esta es real, sobre lo que procede a nuestra partida. Es la historia de un hombre llamado Lázaro y, otro, cuyo nombre se omite. Quiero primero escribirte la antesala de la partida y luego cuatro realidades que responden la pregunta ¿Qué hay después de partir de este mundo?

He encontrado un solo pasaje en toda la escritura que revela algunas respuestas, Lucas 16:19-31. Confío que reforzaran tu gozo y confianza en Jesús. La muerte es el último enemigo a vencer, y todos pasaremos por esas aguas. Sin embargo, produce entusiasmo y confianza que Jesús venció la muerte, y en su victoria nosotros la hemos vencido también. Gloria a Dios!

Una historia real: Una característica de las parábolas de Jesús fue la omisión de nombres propios de personas o lugares. Llama la atención que en este pasaje se mencione el nombre Lázaro, lo que confirma que es una historia real. La referencia a Moisés y los profetas como enseñanzas recibidas, ubica el tiempo de la historia en el periodo intertestamentario.
Dos formas de vivir: si lees los versos 19-22 observas que el hombre rico y Lázaro estuvieron cerca pero separados. Uno en abundancia pero sin generosidad de corazón, el otro carente de todo menos de confianza en Dios. El primero fuerte, el otro minusválido. Vivieron en torno a la misma casa, en la misma época y puede que hasta se hayan visto alguna vez, pero sus vidas fueron muy diferentes.

Dos formas de morir: Lázaro murió en buena compañía, y los ángeles le llevaron a casa. ¿Puedes imaginar a este hombre contemplar estos seres celestiales? Puedo imaginar su alegría al darse cuenta que el mismo Padre Celestial envió por el con una tarjeta de invitación VIP. Aleluya. “Estimada es a los ojos de Dios la muerte de sus santos”, partimos en la mejor compañía, llevados a casa por amigos. Ahora bien, el rico murió después de Lázaro (era de esperarse por la limitada salud física del leproso), pero del primero solo se dice que “fue sepultado”, vaya soledad espiritual. Dos formas de vivir, dos formas de morir.

Vista la antesala donde se definen los destinos del alma, ahora fíjate lo que procede a nuestra partida de este mundo.

Separación o Comunión. Después de partir solo existen dos posibles estados para el alma, unidos a Dios o separados de El.
La situación del hombre egoísta llegó a ser la de separado de Dios (versos 23-25). Se dice que el infierno es un lugar de fuego y azufre…puede que así sea, pero la idea bíblica de infierno es la de estar separados de Dios. La palabra hebrea SEOL es similar a la palabra griega HADES, su origen es Gehenna, y uso se remonta al lugar llamado Valle de los hijos de Hinnon. Estaba fuera de la ciudad, allí se quemaba la basura y había perros salvajes que la comían. Allí estaban comúnmente los que sufrían enfermedades consideradas “inmundas” y forajidos al margen de la ley.

En cambio fíjate que Lázaro estaba en el “seno de Abraham”, esto es sentado en una mesa a mano derecha del huésped, sitio del invitado de honor a una fiesta. Para quienes vivimos unidos a Dios antes de partir, nos espera una mayor y mejor comunión después de partir. Quienes disfrutamos de unión con Dios nunca estamos solos, y después de partir…esa compañía será más palpable, no necesitaremos fe, sino que veremos cara a cara.

Condición eterna.  El verso 26 dice que hay una “cima de separación” esto es, que no es posible pasar de un lugar a otro. Una vez que partimos vamos al lugar que escogimos ir, y una vez allí, no se puede cambiar la selección hecha. El autor de Hebreos dice claramente “queda establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después sean juzgados”. Lázaro tendrá una eternidad en compañía Divina, el egoísta del pasaje…quedará solo.

Carácter eterno. Existe en el mundo occidental la tendencia a creer que al morir, de alguna forma milagrosa nuestro carácter se torna bueno, pero no es así. Los versos 27-28 revelan una verdad contundente: el rico fue egoísta en vida y lo seguía siendo después de morir. Fíjate que el pidió que Lázaro fuera enviado a servirle, como la respuesta fue “no se puede”, pidió que fueran a avisarle a sus hermanos, y la respuesta fue la misma Finalmente declara que su incredulidad se debió a que nadie resucitado de los muertos le había predicado (por cierto que con eso estaba culpando a Dios mismo de su infierno). El egoísta retuvo su carácter, y le acompañará por la eternidad. Lázaro tuvo en vida terrenal un carácter que descansaba sobre su confianza en Dios, y así siguió siendo después de partir.

Palabra eterna. Esta historia ratifica la autoridad de la palabra Divina, pues la sentencia final es “a Moisés y los profetas oigan” (versos 29-31): lo que ocurre después de partir depende de nuestra respuesta a la palabra de Dios antes de partir.  Su autoridad es manifiesta por el testimonio de Moisés y los profetas, cumplida y completada en con la venida del Cristo.
Conclusión: ¿temes partir? No temas, tus días están en manos de Dios, no te apresures, ni te inquietes, vivirás hasta que Dios cumpla su propósito en ti. Mi madre y yo fuimos víctimas de asalto a mano armada ayer. Doy gracias a Dios porque no hubo miedo (pensándolo bien uno de los asaltantes parecía aterrado), no hubo ansiedad, no hubo derrota en mi. Mi corazón fue puesto a prueba frente a la muerte…y venció. Mi vida, como la de Lázaro, no está en manos de circunstancias ni de personas, sino en las de mi Dios. Su presencia da valor y fortaleza.

Padre, estoy agradecido porque incluso en la muerte me acompañarás, porque me das el privilegio de seguirte desde este lado de la vida, y continuar haciéndolo al pasar las aguas, porque eres Dios de vivos y no de muertos, porque ante tu palabra revelada mi corazón toma ánimo y se alimenta mi fe. Concédeme que pueda compartir esta palabra de aliento, de seguridad con mis amigos y conocidos…un día, cuando nos llames a casa, iremos sin temor, en grata compañía, y estaremos a la mesa con la mejor compañía de todas, la de Jesús, como sus amigos de confianza. Amen.

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