Elaine Martins Alabando en el Presidio

miércoles, 12 de enero de 2011

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:

Librados de la Vergüenza
Hebreos 11:13-16
      José Gil
Un sentimiento que nos lastima es la vergüenza. La ciencia médica ha encontrado que la culpa, la pena, el dolor, generan enfermedades y trastornos que abarcan la artritis, el reumatismo y los problemas cardiovasculares. Esta mañana escuchaba a un predicador decir que cuando un hijo de Dios se deja atrapar en una situación de pecado, es semejante a colocar a un águila en una jaula, y podría terminar hasta muriendo si no sale de esa prisión.
La vergüenza nos inunda cuando reconocemos nuestras culpas pasadas, que son perdonadas por la gracia de Dios. A partir de ese momento funciona como un sistema de alarma, que se activa cuando el alma percibe peligro para nuestra vida. Visto de esa forma, la vergüenza confirma la presencia del Espíritu de Dios en nosotros. Pero cuidado, un sentimiento de vergüenza excedido puede hacer vernos como menospreciados o poco valorados, lo cual es un peligroso pensamiento. La pregunta que vino a mi mente fue ¿Cómo ser libre del sentimiento de vergüenza que me inhabilita para el gozo y la alegría?
La respuesta la encontré leyendo en la carta a Hebreos, cuando meditaba el capítulo 11 sobre los héroes de la fe. Me encontré con un pasaje cuyas palabras son la llave que abre la celda del alma avergonzada. En 11:16 dice “…por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. Esto que deseo decirte hoy es oro puro. En primer lugar te compartiré a quienes se refiere cuando dice “Dios de ellos”, y el hecho es que tenían razones para sentir vergüenza. Luego de compartiré la clave para ser librados de ese sentimiento derrotista.
Una lista de contrastes: En la lista de las personas a quienes Dios se refiere al decir que no se avergüenza de ellos están Abel y Enoc, que cuentan con un expediente de conducta alentador. Para mi asombro, la lista también menciona a Noé, Abram, Jacob, Sara, Rahab, Moisés, Sansón y hasta Jefté. ¿Te das cuenta? Los antecedentes de estas personas incluyen la cobardía, el fraude, la incredulidad, prostitución, asesinato, fornicación y hasta sacrificios humanos. El cuadro de la última cena, pintada por Da Vinci, muestra a un Jesús tomando vino en copa de oro, sentado a una mesa elegantemente adornada, y a 12 discípulos recién salidos del salón para caballeros, con aspecto impecable. Nada más distinto de lo que debió ser la realidad. Parece que nos gusta pensar que las personas escogidas por Dios para marcar la historia fueron súper personas incorruptibles e infalibles, un equipo del que todos se sentirían orgullosos. Pero recordemos que Moisés sintió miedo cuando fue confrontado por la vergüenza de su crimen, las amigas de la hija de Jefté lloraban y lamentaban su sacrificio, Sansón sigue siendo recordado por algunos solo como un musculoso mujeriego. La lista de héroes de la fe de Hebreos 11 incluye a algunos que parecieron intachables, y a otros que pudieran haber parecido en un momento un montón de perdedores. Dios proclama, por igual que El “no se avergüenza de llamarse Dios de ellos”. ¿Puedes imaginarlos a todos en la foto de graduación con Jesús en el medio? Pues esa es la foto preferida de Jesús, quien es Dios de ambos, los aparentemente impecables los aparentemente perdedores, pero todos renovados.
Buscando lo invisible, creyendo lo imposible: si ponemos atención al pasaje nos daremos cuenta que hay un elemento que resalta de las personas nombradas: creyeron como una realidad lo que aún era invisible. ¿En qué creyeron? Dios les habló y ellos tomaron su palabra como suficiente. En el momento crucial de su vida se comportaron como si pudieran ver al Dios “invisible. El elemento común en todos ellos fue creer antes de ver, confiar, salir de donde estaban e irse a lo desconocido, solo porque Dios les pidió que lo hicieran. Lo segundo que leemos sobre ellos es que todos estaban buscando un sentido de nación, una patria. Dice el pasaje que ellos ya tenían una tierra que pudieron haber reclamado como suya, pero en su corazón había un anhelo de algo más, algo que este mundo no puede dar: reposo para el alma. El verso 14 dice que “buscaban una patria”, y aclara que no era una terrenal pues “aún tenían tiempo de regresar a ella” sino que buscaban “la celestial”.
La vergüenza desterrada: dice el pasaje que aquellas personas saludaron de lejos y esperaron lo que Dios prometió. ¿Sabes cuál fue esa promesa? Jesús mismo, quien vendría a darles identidad, nacionalidad, vendría a librarles de la vergüenza de su pecado. Pablo escribió “nuestra ciudadanía está en los cielos”. Lo que me motiva de aquellos patriarcas es que ellos confiaron en quien prometió, sin haber tenido la biblia disponible. Eso si que fue fe, y porque ellos no se avergonzaron de creer al Dios invisible, tampoco El se avergüenza de llamarse Dios de ellos. Esto me lleva a una pregunta entonces. Si Dios no se avergüenza de ellos ¿De que deberían entonces ellos avergonzarse? El mundo y el enemigo de nuestras almas tienen excelente memoria para recordar las vergüenzas, pasadas y presentes. Dios destierra esa vergüenza cuando dejamos de caminar en penumbras aferrados al mundo y los deseos pecaminosos, y ponemos nuestra mirada y nuestros pasos camino a nuestra patria celestial.
Conclusión: me cuesta algunas veces perseverar en mi camino a la patria eterna. Otras veces me he comportado como si esperara a morir para entonces llegar a casa en espíritu. Este pasaje me confirma que es ya, ahora, donde estoy, el tiempo perfecto para retomar el camino a mi patria. Puedo disfrutar el recorrido cada día, tomado de la mano por mi Dios que no se avergüenza de serlo, incluso en este mundo, y, sobre todo, libre de las vergüenzas de mis pecados.
Padre, estoy agradecido a ti porque no me confiesas como hijo tuyo, y no te avergüenzas de llamarte Dios mío. Gracias porque en el testimonio de los antiguos creyentes me muestras la gracia de tu promesa de salvación, que aquellos esperaron con fe. Concédeme que mi vida esté libre de vergüenza, y libre de pecado que avergüenza. Pon mi nombre en la lista de héroes modernos de la fe, para que el mundo pueda verte en mí, glorifiquen tu nombre, y quede una huella que otros puedan usar como referencia para su camino. Amen. 

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