La resistencia
Santiago 4:1-11
José Gil
Hace algunos años visite Moscú, y el embajador de Venezuela en Rusia estaba en el aeropuerto esperando a un funcionario de la embajada. Al saludarle se ofreció a llevarme hasta la ciudad, y gustosamente acepté. Allí estaba yo, recibiendo un trato cual si fuera agregado diplomático de mi país al otro lado del Océano, por la gracia de Dios. Recuerdo que un militar adscrito a la embajada conducía el auto, y en la vía pasamos una valla enorme y un monumento con imágenes de soldados.
Pregunté sobre lo que decía, y me respondió que eran frases de los rusos en la segunda guerra mundial: “defenderemos Moscú” y “hasta aquí llegaron”. Más de 20 millones de rusos cayeron bajo balas alemanas en aquella guerra, y aun lo recuerdan. Fue un alto costo, ninguna nación perdió tantas vidas como Rusia, y su tenaz resistencia propició la derrota definitiva de Hitler.
He reflexionado sobre la forma en que he sido atacado espiritualmente, e incluso encuentro ciertos patrones consistentes en la estrategia del enemigo para destruirme. Entonces recordé que la palabra de Dios dice algo sobre “resistir al enemigo, y huirá”. Encontré la cita en Santiago 4, leí el pasaje completo para captar el contexto, y me di cuenta que Dios me estaba invitando a ver mi propia resistencia de vida frente a la maldad que, cual temible ejército, procura poner mi alma en estado de sitio. Deseo compartirte algunos principios que el pasaje muestra, que me hablan sobre la defensa de mi alma, y espero ayude la tuya.
El deseo equivocado: este hermano menor de Jesús comienza diciendo que los pleitos entre creyentes es el resultado de la concupiscencia de cada uno de nosotros. Esa palabrota significa, en su raíz griega, un deseo por el placer propio. Alguien podría preguntar ¿Qué mal hay en hacer lo que me gusta? Puede que nada en algunos casos, pero el pasaje indica que cuando una persona o grupo, incluso de creyentes, hacen lo que a cada quien le atrae, le gusta, le seduce, las consecuencias son pleitos y divisiones. En el caso de una persona se refleja en frustraciones espirituales y emocionales, en una familia refleja falta de apoyo mutuo, infidelidades, maltratos físicos y psicológicos, divorcio; y en una nación, en odio de unos por otros. Lo interesante es que Santiago escribe a la iglesia, y su mensaje de alerta es este: si el síntoma es el pleito, la enfermedad es que sus miembros están haciendo lo que les deleita, más no lo que deleita a Dios. Existe una parte de nuestro ser que desea practicar el mal, y “mal” no es una lista de actos religiosamente condenables, sino toda intención y acción que desagrada a Dios, contrarias a la naturaleza que originalmente nos fue dada, pero que nos invade como resultado del pecado. Es un deseo equivocado que nos hace pasar la luz del semáforo en rojo, que nos hace copiar la tarea de otros en clases, es un deseo que, sin límites, se va apoderando de nosotros y termina llevándonos a mentir para obtener un trabajo, llevar a alguien a la cama prohibida, tomar lo que no nos pertenece, tramar astucias para alcanzar nuestros caprichos y, claro, tales cosas terminan en odios, divisiones y contiendas en nosotros y nuestros semejantes. El deseo equivocado conduce a la división.
La amistad equivocada: continúa escribiendo Santiago y se refiere a “la amistad del mundo es enemistad contra Dios”. La palabra traducida como “mundo” es la palabra cosmos, que se refiere a un sistema de valores, a un estilo de vida. El pasaje menciona la mentira, el adulterio, el odio, la codicia y la violencia como parte del cosmos, del sistema de valores del mundo. Antes que muchos creyentes llegaran a saber de Jesús, así era como vivían. El problema es que, ahora, algo estaba pasando y algunos de ellos estaban insertando en la iglesia esos viejos hábitos. La armonía se rompió. Me llama la atención que entonces Santiago se refiere a esa actitud y la llama “soberbia” y aclara algo clave en el pasaje “Dios resiste a los soberbios”. Esta frase me ha impactado, pues dice que cuando regreso a los viejos hábitos que me dominaban en otro tiempo, estoy actuando en forma soberbia, lo que equivale a tomar el lugar de Dios en mi propia vida, y entonces…me da tristeza solo escribirlo…Dios me resiste, es Dios quien ahora me dice “hasta aquí llegaras, no te dejaré pasar José”. Lo que está ocurriendo es que me estoy haciendo amigo del mundo, eso es volver a dejarme dominar por las cosas de las que fui rescatado. Es un ex-adicto que vuelve a la botella, como un viejo apostador que regresa a las cartas o el bingo para apostar el sustento de sus hijos. La amistad equivocada con el mundo lleva a mi alma a esclavitud, y es el resultado de mi soberbia al quitar a Dios de su lugar en mi vida y ponerme yo mismo, abrazado a los placeres del sistema de valores de mi tiempo.
La lucha correcta: no quiero quedarme en la etapa de lamento o en medir el tamaño del problema en que me metí por un mal deseo o amistad. Santiago afirma la forma correcta de enfrentar la maldad, cuando escribe “resistan al Diablo, y huira”. Resistir implica permanecer, defender una posición. La batalla que libramos no es para destruir a Satanás, de hecho, él tiene más poder militar que nosotros. ¿No lo crees? Lee la carta de otro hermano de Jesús, llamado Judas, y allí lo llama “fortaleza superior”. No se trata de entrar en territorio del enemigo y eliminarlo. Nuestra batalla es para “resistir”, para proteger al sitio más importante del universo…mi alma, donde se originan mis pensamientos, mis emociones, mis deseos. Satanás anhela entrar allí, tal como los alemanes desearon entrar a Moscú. La lucha correcta es tomar la determinación de decir “hasta aquí llega, acá termina tu avance, no te dejare pasar”. Decir o escribir sobre resistir al maligno es mucho más sencillo que hacerlo. Una imagen que con frecuencia recuerdo es del momento cuando las fuerzas terrestres de Estados Unidos se proponían invadir Irak, y una mujer ayudaba a cavar una trinchera en su casa. Ella pensaría “defenderé mi casa con mi vida si es necesario”. Hay posiciones que Dios me ha dado, y te ha dado, y espera que resistamos y la defendamos. Resistir, no entregar la brecha, la defensa, la ciudad, no entregar mi alma. En las batallas en las que pocos han enfrentado una gran fuerza, ¿a quién honramos y recordamos? ¿A los que enfrentaron al invasor o a los que huyeron? Pero en nuestro caso, aunque minoría, estamos del lado vencedor. Satanás es poderoso, pero mi Dios es todopoderoso, de modo que puedo resistir al enemigo, no entregarle mi alma, mi posición, mi ministerio. Resistir tomado de la mano de mi Padre…el enemigo no tiene más opción que huir.
Padre, ha habido cosas en mi vida a las que he dado cabida, y amenazan con invadirme. Quiero que terminen aquí y ahora, ya no permitiré que pasen Señor, ayúdame a convertir mi alma en un sitio donde el enemigo ya no ponga su pie ni ondee su bandera. Concédeme que quede grabada la historia de mi resistencia en tu nombre, con tu poder y autoridad en contra del enemigo de mi alma. Hazme sabio para unirme a los fuertes, los que resisten con valor y sin retroceder, y dame el valor para también llevar aliento y esperanza a las almas derrumbadas o en peligro de ser invadidas. Amen
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