DAVID WILKERSON
Aunque yo predico a miles, hay veces en que me siento muy seco, lejos de la presencia tibia de Dios. Cuando estoy seco y vacío, no tengo grandes deseos de leer la Palabra y muy poco ánimo para orar. Yo sé que mi fe está intacta y que mi amor por Jesús es fuerte, y no tengo deseo de probar las cosas de este mundo. Pero hay veces que no puedo tocar a Dios por días, aún semanas.
¿Ha visto a otros Cristianos ser bendecidos mientras usted no siente nada? Ellos testifican de las respuestas de Dios a sus oraciones y derraman lágrimas de gozo. Parecen vivir en la cima de la montaña de experiencias felices mientras usted sólo sigue, amando a Jesús pero sin prenderle fuego al mundo.
Yo creo que todos los verdaderos creyentes experimentan etapas secas en diferentes tiempos de sus vidas Cristianas. Aún Jesús sintió la el abandono cuando clamó a gran voz, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”
Sin el acercamiento a Dios, no puede haber paz. La sequedad sólo puede eliminada con el rocío de su gloria. La desesperación sólo puede ser disipada por la seguridad de que Dios está respondiendo. El fuego del Espíritu Santo debe de calentar la mente, cuerpo, y alma.
Hay tiempos cuando me siento inmerecido, como el peor de los pecadores, pero a pesar de todo eso, yo sé que él no está lejos. De alguna manera yo escucho una voz inigualable, una voz suave que me llama, “Ven, hijo mío. Yo sé todo lo que estás pasando. Todavía te amo y nunca te dejaré ni te abandonaré. Lo enfrentaremos juntos porque sigo siendo tu Padre y tú eres mi hijo.” Yo tengo una llama dentro de mí que no será apagada, y yo sé que él me sacará de cualquier época seca.
“Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob, la heredad que le tocó. Lo halló en tierra de desierto, en yermo de horrible soledad; lo rodeó, lo instruyó, lo guardó como la niña de su ojo” (Deuteronomio 32:9-10).
He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis? Otra vez abriré caminos en el desierto y ríos en la tierra estéril. Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los pollos de avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la tierra estéril, para que beba mi pueblo, mi escogido” (Isaías 43:19-20).
¿Ha visto a otros Cristianos ser bendecidos mientras usted no siente nada? Ellos testifican de las respuestas de Dios a sus oraciones y derraman lágrimas de gozo. Parecen vivir en la cima de la montaña de experiencias felices mientras usted sólo sigue, amando a Jesús pero sin prenderle fuego al mundo.
Yo creo que todos los verdaderos creyentes experimentan etapas secas en diferentes tiempos de sus vidas Cristianas. Aún Jesús sintió la el abandono cuando clamó a gran voz, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”
Sin el acercamiento a Dios, no puede haber paz. La sequedad sólo puede eliminada con el rocío de su gloria. La desesperación sólo puede ser disipada por la seguridad de que Dios está respondiendo. El fuego del Espíritu Santo debe de calentar la mente, cuerpo, y alma.
Hay tiempos cuando me siento inmerecido, como el peor de los pecadores, pero a pesar de todo eso, yo sé que él no está lejos. De alguna manera yo escucho una voz inigualable, una voz suave que me llama, “Ven, hijo mío. Yo sé todo lo que estás pasando. Todavía te amo y nunca te dejaré ni te abandonaré. Lo enfrentaremos juntos porque sigo siendo tu Padre y tú eres mi hijo.” Yo tengo una llama dentro de mí que no será apagada, y yo sé que él me sacará de cualquier época seca.
“Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob, la heredad que le tocó. Lo halló en tierra de desierto, en yermo de horrible soledad; lo rodeó, lo instruyó, lo guardó como la niña de su ojo” (Deuteronomio 32:9-10).
He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis? Otra vez abriré caminos en el desierto y ríos en la tierra estéril. Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los pollos de avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la tierra estéril, para que beba mi pueblo, mi escogido” (Isaías 43:19-20).
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