Elaine Martins Alabando en el Presidio

jueves, 13 de octubre de 2011

TAREA PASTORAL EN PRISIÓN.-


En Latinoamérica las estadísticas revelan un alto porcentaje de personas que han sido encerradas en prisiones por varios años y que, incluso, continúan ingresando. Muchas personas a temprana edad han sido prisioneras del abandono, pues el dolor y los vicios les condujeron a
hacer y ser víctimas de hechos delictivos. Surge la pregunta, ¿qué estamos haciendo como Iglesia para reducir el porcentaje de delincuencia, de reclusos y de prisioneros del pecado? La tarea de la capellanía carcelaria es el medio que ha abierto puertas de libertad a personas que han estado sin libertad por mucho tiempo ante la ley y la sociedad.

Referente a este tema de gran importancia e influencia hemos conversado con el Pr. Félix Duarte Dupont, quien nos comenta acerca del trabajo carcelario. El entrevistado menciona las necesidades que están presentes en las prisiones y que por años han sido descuidadas, tanto por el Gobierno como también por parte de la Iglesia. Hoy día, mediante la labor de la capellanía carcelaria se están produciendo cambios visibles para los reclusos, como también para los exconvictos. Les presentamos la conversación obtenida:


1- Existen muchos factores que llevan a una persona a estar privada de su libertad. Pero, según su experiencia, ¿cuál es el problema de fondo que enfrentan aquellos en situación carcelaria?
De por sí, las personas que están detenidas son personas con profundas necesidades. Esto es, aparte de la pérdida de libertad, del problema económico, familiar, del propio delito cometido del cual se le acusa, por lo general, vienen con problemas muy serios, pero no hay que distraerse en ellos, pues son consecuencias de otros más graves. El hombre comete el delito, quizás por situaciones sociales, familiares, económicas, etc., pero tampoco esa es la causante de su problema. Yendo más allá, nosotros comprendemos y sabemos por experiencia, e incluso las Naciones Unidas, en su declaración y en los acuerdos firmados en forma internacional, reconoce que el problema es espiritual. En el artículo 66 de Atención a los Reclusos habla de que en primer lugar se tendrá en cuenta para la reintegración social de los detenidos, la asistencia espiritual. No habla de lo sicológico, de lo siquiátrico, habla de asistencia espiritual. Por otro lado, el problema número uno también es que solamente las personas que trabajan en el área espiritual lo pueden arreglar. La persona está lejos de Dios, en otras palabras, marginó a Dios, lo dejó a un lado; no puso a Dios en el lugar que le corresponde, no le permitió que estuviera en el lugar que Él quiere estar. Son todos sinónimos de un problema real que tienen las personas.

2- Conociendo que la raíz del problema es espiritual, ¿qué tipo de trabajo pastoral se pueden realizar en las cárceles los pastores y capellanes?
Como pastores y como capellanes, la primera ayuda hacia donde tenemos que apuntar es ahí, hacia lo espiritual. A veces podemos ir directamente a eso, porque la persona viene y pide: “Estoy en crisis, qué me pasa”. O, a veces, primero tenemos que darle de comer, solucionar un problema de remedios, judicial, familiar o de seguridad, para que se abran puertas. A veces tenemos que pasar semanas, meses, años, sin tocar el tema espiritual, ganándonos la confianza. Como capellanes, no podemos perder la visión de que nuestra participación en el trabajo intraprisional o intracarcelario es ayudar a que la persona conozca a Dios, que se reconcilien con Él. Eso está envuelto en un montón de cosas que también hay que tener en cuenta, no solamente la parte espiritual.

3- ¿Podría usted mencionar cuáles son las mayores necesidades de los reclusos, que los líderes o pastores deben tener en cuenta al acercarse a ellos?
Nosotros como iglesia hemos hecho grandes inversiones para mejorar la calidad de los internos, cosa que el Estado no hacía. Si el Estado no lo hace, alguien lo tiene que hacer, el sector privado no lo va hacer y nos tocó a nosotros como iglesia hacerlo. Después de muchos años de trabajar dentro y fuera de la cárcel, con convictos y exconvictos, tuvimos la oportunidad de mejorar la calidad de las condiciones de vida, arreglando pabellones, edificando nuevas infraestructuras, etc.

a) La primera necesidad es la espiritual.

b) Necesidades básicas no satisfechas, es decir, ¿en qué contexto la persona está detenida?, es en uno de mucha necesidad: de alimento, de salud, de higiene.

c) La parte cultural: las personas vienen con un nivel muy bajo de preparación cultural. Eso hay que tener en cuenta.

d) La parte familiar: hay cosas que hay que arreglar, fortalecer, acompañar a la familia.

e) La parte de su bienestar personal: cómo la persona desarrolla su vida ahí adentro, con higiene, con orden, con disciplina.

Lo que está en déficit todavía es el tema de alimentación y medicación. Estamos tratando, con un alto costo, de lograr que el Estado atienda al detenido como la Ley dice. El Estado tiene que hacer que la Ley se cumpla. Si la Ley se cumple, lo único que el detenido pierde es su libertad. Porque todo lo demás tiene que darle el Estado, desde el cepillo de dientes hasta las tres comidas por día que usted tiene en su casa, la ropa de cama, hasta el pijama. Porque sino, de victimario pasa a ser una víctima del sistema, después eso se traslada a la familia, porque la familia pasa a ser víctima.

4- ¿Debe el pastor o el líder tener una capacitación especial en esa área?
Sí, tiene que estar capacitado, porque es otra pastoral, es otro ambiente. Aunque el ambiente sea ordenado, como en los países de primer mundo, debe haber una formación. En otros países ser capellán es una profesión y debe estar aprobado por una federación y el Estado. En otros países, a la cárcel no entra cualquiera como capellán. Si uno no procesa su llamado y no se prepara para trabajar en un ambiente de cárcel, de prisión, te puede afectar sicológicamente, te puede frustrar. Es un tema delicado.

5- ¿Cuáles son los mayores desafíos de este trabajo dentro de la cárcel? ¿Y fuera de ella?

a) Nosotros tenemos como meta que todas las personas puedan reconciliarse con Dios, ese es el mayor desafío.

b) Y mantenerlos en formación dentro de la cárcel, este es un proceso que tiene entre 5 a 7 años. Cuando salen de la cárcel, que puedan seguir su proceso, lleva de 5 a 10 años, es una vida entera. Cuando uno se relaciona con una persona, tiene que pensar que va a tener que acompañarle por lo menos 20 años, mínimo. No vamos a estar todos los días juntos, pero es un proceso donde uno ve su madurez, su crecimiento. No podemos ilusionarnos con los arreglos rápidos. Las personas vienen destruidas a la cárcel con 20, 30 años de haber vivido mal y ¿pretendemos que en seis meses cambien? Puede que haya un milagro, pero el cambio involucra el discipulado dentro de la iglesia.

c) El otro desafío es que el sistema penal cambie, que haya una reforma. Es que el interno responde al trato. Si al interno se le trata bien, hay gran posibilidad de que la persona responda al trato. Es todo un paquete, comienza desde que se baja del vehículo que lo trae preso y de cómo lo reciben ahí. A veces le reciben a patadas, entonces, ¿qué mensaje le estamos dando?

El Estado tiene la responsabilidad de arreglar la reintegración social una vez que salen en libertad. Nuestro deseo es que esto funcione sin burocracia y sin trabas desde que la persona sale en libertad.


6- ¿En dónde cree usted que se inicia la personalidad violenta y conflictiva?
La persona se enferma en la familia, se potencializa en la sociedad y se multiplica en la cárcel. La raza humana es la única especie inteligente que mata a sus heridos. El ser humano que va a la cárcel es una persona herida, y tratamos de matar a la persona en la cárcel con el trato que le damos. Eso tiene que cambiar. Si la persona se enfermó en la sociedad, el Estado debe de asumir la responsabilidad, por una cuestión de seguridad ciudadana, porque esas personas si no se les atiende en la cárcel nos va a perjudicar a todos. Porque los delitos se potencializan en violencia y en frecuencia. ¿Qué quiere decir esto? Por ejemplo, el que delinquió una vez, no es que cometió un delito, fue descubierto en un delito. Pero hay veces que cometió 10, 15 o 20 delitos antes de ser descubierto. Esa persona va presa, y si no se le trata, sale en libertad, vuelve a delinquir en un periodo más corto que anteriormente y con mayor violencia. Esto porque dentro de la cárcel la persona genera rencor, odio, rabia, rechazo, entonces estamos sacando contínuamente gente potencialmente más violenta y con una predisposición a cometer delitos de forma mucho más frecuente.

7- Para que perdure el cambio de vida en el exconvicto se necesita de un crecimiento espiritual, pero, ¿cómo integrar al exconvicto a la vida de la iglesia?
Las iglesias y la sociedad tienen que saber que cuando sale un exconvicto, está saliendo un problema a la calle. Esto es como el samaritano, que vio al hombre herido en el camino y se involucró. O tenemos la actitud de los fariseos y de toda la gente que pasaban, miraban y seguían de largo. Las iglesias tienen que arriesgarse a recibir a las personas para que continúen en el proceso y, gracias a Dios, las iglesias están abiertas a eso. Yo creo que las iglesias evangélicas están en condiciones de ir aceptando a las personas, ayudándoles a que se reintegren. Yo les digo bien a los pastores: “Yo no te estoy enviando la solución, te estoy enviando un problema, pero es mejor que tengas un problema bajo control, que tener un problema descontrolado. Si vos no lo haces, ni la policía, el gobierno, ni ninguna ONG lo va a hacer”. Las iglesias son las únicas que tenemos responsabilidad con esta gente.

8- ¿Podría mencionarnos algunas recomendaciones para quienes quieran trabajar en capellanía carcelaria? ¿Y de qué manera se puede ayudar a los exconvictos en su reintegración a la sociedad?
Es un desafío, muchas veces la propia congregación tiene miedo del exconvicto. La Biblia habla en Efesios 2 de que todos estamos muertos en nuestros delitos y pecados, esto quiere decir que ante los ojos de Dios, todos somos delincuentes. Para mí es claro eso: todos somos delincuentes. El hecho de que estemos en una época de gracia y que no hayamos ido a la cárcel porque no fuimos descubiertos, es una cosa. Pero todos hemos cometido hechos delictivos en la vida, todos, no se salva nadie.
Yo sé que quizás es para tener temor, recelo, miedo, cautela, pero si la iglesia no es una comunidad terapéutica en donde las personas se pueden sanar, recuperar, tener esperanza, ¿quién lo va a hacer?

a) Si la iglesia es la única que puede transmitir el amor del Padre. Y acá está en juego la expresión del “amor del padre”, la iglesia tiene que aceptar el riesgo. Un exconvicto que se recupera en el seno de una comunidad cristiana deja de ser un problema en la sociedad.

b) Si la iglesia es sana, el exconvicto se va a recuperar. Si la iglesia es enferma, el exconvicto se va a enfermar.

c) No tenerle miedo, aceptar el desafío. Me estoy refiriendo a las personas que han tenido una experiencia con Dios afuera, que han pasado por un proceso de recuperación. La iglesia tiene la responsabilidad de continuar ese proceso. Y el pastor tiene que hablar bien con la iglesia y tomarlo como un ministerio. Si sacamos a un exconvicto de la cárcel para que recupere su vida con Dios, estamos colaborando con nuestra propia seguridad, con la seguridad de la iglesia, ayudando a un ser humano, a su familia, y a las futuras víctimas que esa persona pudiera tener.

Es un tema muy serio y delicado que no se toca a fondo, ni a nivel nacional ni tampoco en las iglesias. Hay que ser conscientes de que es un proceso en el que pueden haber recaídas, que son personas conflictivas y no hay que desilusionarse. ¿Qué hace uno si se cae en la calle? Se levanta. ¿Y si se vuelve a caer? Se vuelve a levantar. Y si usted por sí mismo no se puede levantar, alguien le ayuda. Si la comunidad tiene un poder de contención sano, la persona puede caer, recaer pero le van a ayudar a que se levante hasta que se estabilice. Es un proceso.

9. Podría hablarnos acerca de la Cumbre de Capellanes que se tiene planeado efectuar en COICOM 2011...
La cumbre está dirigida a capellanes, personas que tienen trabajos comprometidos dentro de las cárceles, a personas que visitan las cárceles y a quienes desean comprometerse en las cárceles, es para todos. Es la primera vez que en Latinoamérica se hace una cumbre de capellanes de forma específica. Es un área a la que todavía no se le dio la atención que se le tendría que dar para nuclear a todas las personas que trabajan en las cárceles, ver sus necesidades, generar una red de contactos, información, ver cómo Dios está actuando en otras cárceles, etc. También para escuchar experiencias y tocar temas puntuales que son muy importantes para el trabajo de la capellanía. Muchos capellanes van a mejorar su trabajo a través de eso.
Y les deseamos animar, motivar y generar una línea de capacitación y de actualización constante para las personas. Por lo general, el capellán es una persona que anda muy solo, entonces uno de los temas que vamos a tocar es: ¿Quién cuida de mí? El dolor como dolor. ¿Cómo ayudamos a la gente con su dolor? La sexualidad en el detenido, pues la promiscuidad es el punto en común de todos. Se le ayuda a dejar la droga, el alcohol, la violencia. Pero nos olvidamos de que la parte sexual fue totalmente descontrolada y la persona vuelve en libertad. Y si ese tema no se tocó, la persona vuelve a entrar en la promiscuidad sexual y después vuelve con la droga, vuelve con el alcohol, destruye su matrimonio. Entre otros temas sobresalientes.
Le invitamos a mirar en la página web www.coicom.com a fin de que puedan obtener una mayor información respecto a esto y otros temas.

Sobre el entrevistado

El Pr. Félix Duarte Dupont, está casado, fue ordenado como pastor hace 16 años. Obtuvo su Doctorado Honoris Causa por la Universidad LUTUSA de Los Ángeles, California, USA. Él es director y responsable de la creación del Penal Modelo Esperanza para sentenciados. Actualmente es pastor responsable del trabajo dentro del Penal de Tacumbú y del Programa de Reinserción Social.

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