Lucas 18: 35-43
José Gil
El pastor Juan Carlos Ryle escribió “las almas que se han salvado son almas que han luchado”, y la escritura nos menciona casos como el de Jacob, quien “luchó con Dios”. La historia nos brinda notables ejemplos de la persistencia de hombres y mujeres para alcanzar promesas grandes y preciosas de parte de Dios.
En Lucas 18:35-43 encuentro la historia de un hombre ciego, quien tuvo un encuentro personal con Jesús, y cuya fe fue reconocida como genuina. Cuando leí este pasaje Dios me habló en forma personal sobre algunos aspectos de mi vida, y me ha estado insistiendo estos últimos días a que te escriba y comparta lo que aprendí del ciego del camino clamando a Jesús, lo que hago con entusiasmo y la esperanza de que sea de bendición para tu vida.
Camino a Jericó: Lo primero que te pido es que imagines a la multitud de personas que venían con Jesús, testigos de la predicación del Cristo, acompañada de señales poderosas como la multiplicación de panes y la resurrección de la hija de Jairo. ¿Puedes imaginarte la cantidad de personas que estarían alrededor de Jesús? Ahora, el maestro se acerca a Jericó, una ciudad hermosa e importante en la región, y seguramente sus seguidores caminaban llenos de expectativas para ser testigos de lo que haría allí. En el camino estaba el ciego, a quien Jesús le dijo “tu fe te ha sanado”. Esta es la clave del pasaje, hubo tres evidencias en la conducta de este hombre que dieron testimonio externo de su fe, te las comparto.
Ser persistente: el verso 38 dice que cuando el ciego supo que Jesús estaba cerca comenzó a gritarle “ten misericordia de mi”. Ahora, fíjate lo que hicieron los que caminaban al frente de la multitud: “le reprendían para que se callara”. Era una forma de decir “mira, Jesús va a una ciudad importante, no lo molestes que es un hombre muy ocupado”. Creo que yo me hubiera desanimado en ese momento, o me hubiese puesto a discutir con aquellas personas por su insensibilidad o falta de aprecio. Pero lo que me gusta es que el hombre no hizo nada de eso, sino que “clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mi”. El hombre no estaba interesado en perder la oportunidad de Jesús cerca de su vida, y ni siquiera los de la caminata, que bien pudiéramos comparar a muchos religiosos de oficio de nuestra época, lo desanimarían de hacerse notar ante el Cristo. Lo mismo que Jacob, este ciego estaba luchando por su vida y las voces de terceros no lo desanimaron. La fe es una esperanza que no se desanima ante la adversidad, incluso cuando el desánimo provenga de personas aparentemente cercanas a Jesús pero que desconocen nuestra necesidad.
Pedir lo imposible: Jesús no necesitaba evidencia externa de lo que había en el corazón del hombre, tampoco ignoraba que fuese ciego, pero sus palabras apuntan a la fe del ciego. En el verso 41 le pregunta “¿Qué quieres que te haga?” Siendo mendigo no tenía casa, ni quien le cuidara o acompañara, su vida transcurría no en la ciudad sino en sus entornos, en los cinturones de miseria social de la época, en el centro mismo de la marginalidad. El pudo pedir que le diera alguna ayuda humanamente posible, un catre nuevo, un cuidador, algún lugar donde pernoctar y protegerse del frio y el hambre. En cambio, el hombre pide algo que ningún hombre podría darle: “que reciba la vista”. Fe implica aprender a pedirle a Dios lo imposible para los hombres, es aprender a soñar con cosas grandes y maravillosas, es no conformarse con pedir algo que cualquier persona o institución humana pueda dar. Hay áreas en mi vida que necesitan algo que solo Dios me puede dar. El ciego dejó de serlo porque se atrevió a pedir lo imposible.
Agradecer a Jesús: mi padre solía decir que el infierno está llano de gente mal agradecida, y mientras más leo la palabra más estoy de acuerdo con mi viejo. Me gusta que el ciego del camino a Jericó, luego de haber recibido la vista “le seguía, glorificando a Dios”. Cuando la fe es genuina Dios se lleva todos los aplausos, y en agradecimiento, las almas siguen a Jesús. La fe no es una moneda para comprar un milagro, es confianza y agradecimiento. La razón por la que sigo a Cristo es que estoy agradecido porque ha traído luz a la oscuridad que había en los ojos de mi alma, y porque continúa iluminando los pasillos y cuartos que algunas veces no he traído a su presencia.
Finalmente, pon atención a lo que pasó con las demás personas, el verso 43 dice que “todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios”. Se refiere a los que caminaban con Jesús, entre quienes estaban los que habían mandado a callar al antes ciego, así como los que transitaban por el lugar. La alabanza a Dios fue el resultado de darse cuenta que el hombre veía, y que ahora seguía a Jesús con agradecimiento a Dios. La fe produce cambios en quien recibe la luz, y quienes son testigos del cambio. La vida del ciego cambió, y también la de los que antes consideraron molestos sus gritos.
Padre, gracias porque un día yo estaba ciego junto al camino y tu trajiste luz a los ojos de mi alma, te alabo porque continuas dando claridad a los lugares profundos de mi alma. Concédeme un corazón agradecido, y ser testimonio para que otros alaben tu nombre por lo que haces en mí. Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario