Con el objetivo de reducir los costos energéticos y proteger la selva nativa, las 14 cárceles de Ruanda han apostado por el biocombustible: un 75% del gas en sus cocinas es generado a partir de excrementos humanos. Para funcionar bien las hornallas necesitan un suministro constante de gas, y para que haya gas, debe haber producción contante de excrementos, así que la cárcel resulta un "experimento perfecto".
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