Elaine Martins Alabando en el Presidio

domingo, 5 de septiembre de 2010

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:


Motivos de alegría

Lucas 10: 17-24

José Gil

Una de las emociones más deliciosas es la alegría, sin embargo, muchas personas, incluidos cristianos, olvidaron la última vez que disfrutaron la alegría a plenitud. En la introducción a su libro “Salvaje de corazón John Eldredge escribió algo que captó mi atención al referirse al tipo de persona que se encuentran en muchas congregaciones y son vistas por sí mismas y los demás como “aburridas”. Es una tragedia que haya incluso cristianos que hayan adoptado la falsa creencia que una vida recta lleva como fondo musical la ausencia de alegría.

El pasaje en Lucas 10:17-24 se ha convertido en uno de mis favoritos de toda la escritura. ¿Por qué? Es un pasaje único en el que se narran circunstancias en las que Jesús manifiesta una profunda alegría y regocijo. Es el cumplimiento de la promesa hecha en el Salmo 126 “nuestro rostro se llenará de risa, nuestra boca de alabanza…grandes cosas hace El Eterno, estaremos alegres”. Al leer el pasaje en el evangelio me doy cuenta que hay tres motivos de alegría que acompañan a un hijo de Dios, y me gustaría compartírtelos.

La alegría del servicio: en Lucas 10:17 tenemos el momento cuando 72 discípulos enviados por Jesús a predicar y mostrar señales del acercamiento de Dios a los hombres, estos estaban llenos de alegría y emoción. “Hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Era la alegría por haber sido testigos y colaboradores del poder de Dios. Entonces Jesús les anima diciéndoles que “Observaba a Satanás cayendo del cielo como un rayo”. Les estaba diciendo algo así como “ante el poder manifestado a través de ustedes, la maldad está siendo derrotada” Solo imaginar la escena me llena de regocijo por la emoción que debe haber llenado a aquellos hombres. Pero Jesús también aclara algo fundamental en 10:20 “no se regocijen de que los espíritus se les sometan, sino de que sus nombres han sido escrito en los cielos”. La enseñanza es que el motivo clave de su regocijo es la de ser servidores y embajadores del reino de los cielos. Hace algunos años una bondadosa persona en cierta iglesia en Maracaibo sugirió que le parecía poco espiritual que yo riera con tanta facilidad. ¿Puedes imaginarlo? Cierto que muchas cosas en mi vida han sido poco espirituales, pero la alegría del servicio es una de las mayores bendiciones que el Padre me ha dado.

La alegría de conocer a Dios: en Lucas 10:21 se dice algo que no tiene paralelo en toda la escritura. Jesús “se regocijó sobremanera en el Espíritu Santo”. Por lo general se piensa de Jesús como un joven flemático de emociones indescifrables o como un ser ajeno a la espontaneidad de una sonrisa, carcajada o emoción abierta. Sin embargo, este pasaje nos ofrece esa cualidad tan humana del Señor: emocionarse abiertamente al escuchar las historias y testimonios de boca de los 72 enviados. Era la emoción de un padre que escucha a sus hijos contando hazañas que acaban de realizar al obedecer las instrucciones divinas. Ahora bien, su emoción no fue un obstáculo para que, una vez más, hablara del motivo de fondo que valía una alegría genuina. En 10:22 les dijo “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre, ni quien es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar”. Con estas palabras les estaba diciendo que en los actos que acababan de realizar el Hijo les estaba siendo revelado el carácter del Padre, estaban conociendo a Dios. Es causa de alegría conocer detalles de las personas que nos aman y amamos, cuanta más alegría debe causarme conocer a Dios que me ama con un amor perfecto e infinito.

La alegría de ser testigos: en Lucas 10:23-24 Jesús vuelve su atención de los 72 enviados a sus 12 discípulos, y les alienta a compartir aquel regocijo “Bienaventurados los ojos que ven las cosas que ustedes ven, porque les digo que muchos reyes y profetas desearon ver las cosas que ustedes ven, y no las vieron, y oír las cosas que ustedes oyen, y no las oyeron”. Los 12 fueron ahora solo testigos de lo que otros hicieron, aunque ellos no participaron. Jesús se asegura de invitarles a compartir la alegría de aquellos 72, en lugar de dar cabida a la envidia o el celo por no haber sido protagonistas. Les recuerda que muchos reyes y profetas esperaron el acercamiento del reino de los cielos, y ellos ahora lo estaban viendo y oyendo en los testimonios de otros. Es un privilegio, y una evidencia de ser seguidor del Cristo, poder alegrarme al ser testigo de lo que Dios hace a través de la vida de otros. Este sentimiento de alegría alimenta la fe del testigo y le lleva a decir como Pedro y Juan hicieron algunos años más tarde “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”.

Estos son tres motivos de alegría que le harán bien a nuestra mente, a nuestras emociones e incluso a nuestro cuerpo. Creo que la alegría genuina, santa, debe ser parte de nuestro andar diario, y en este pasaje Jesús mismo nos dio ejemplo de los motivos que deben alimentarla. Son motivos que no brotan de las banalidades de este mundo, sino que es producto de la acción de Dios en nuestras vidas, y de nuestra respuesta a esa acción.

Padre, te alabo por esa expresión de emocionada alegría y agradecimiento de Jesús. Gracias por esa sensación de regocijo que llena mi corazón al servirte, conocerte y ser testigo de tus maravillosas obras. Concédeme que esa alegría conforte mi alma cuando llegan también los tiempos de prueba y aflicción, de modo que mantenga yo un corazón agradecido en todo tiempo. Amen.

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