Elaine Martins Alabando en el Presidio

sábado, 18 de septiembre de 2010

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA


Vergüenza o Regocijo
Lucas 13: 10-17
José Gil
En su maravilloso libro “Desafío a Servir” Charles Swindoll cuenta la historia de dos pastores que fueron invitados por cierto grupo para predicar. Aquel grupo no parecía tener un buen fundamento doctrinal sobre la persona de Jesús, y estos dos amigos eran cristianos convencidos. Los dos invitados llegaron temprano a la reunión y les atendió una amable anciana quien les invitó a pasar y comenzó a mostrar el recinto. Mientras caminaban, la dama hizo un comentario sobre la persona de Jesús, y el más veterano de los invitados hizo un breve comentario con la palabra de Dios sobre Jesús, lo que hizo que la anciana guardara silencio y…cambiara el tema. El más joven de los invitados dijo a su mentor “no la dejes escapar del tema” a lo que el mayor respondió gentilmente “eso no sería amable de nuestra parte”. El joven se enojó porque se dio oportunidad a la dama de desviar la conversación en el momento. Pero solo unos minutos después la anciana estaba sentada, conversando con el invitado, recibiendo a Cristo en su corazón…la gentileza había derrotado a la dureza. El joven predicador se sintió algo avergonzado, pero aprendió el valor de hablar del amor de Dios con palabras y hechos.

Cuando leo el pasaje en Lucas 13:10-17 encuentro dos efectos opuestos que una intervención milagrosa de Jesús produjo en una sinagoga. Jesús vino a hacer las obras que el Padre le dijo que hiciera, a mostrar su carácter y a traer el reino de los cielos al corazón de las personas. Estando en aquella sinagoga puedo imaginar a los que se amontonaban para escucharle, los que estaban cerca para agarrarle en alguna falta, los que le odiaban y por supuesto los enfermos. Fíjate dos enseñanzas de este pasaje.

La iniciativa de Jesús: me llama la atención que en este caso la “mujer encorvada” no fue traída, y no se dice que ella pidiera a Jesús que la sanara. Ella simplemente estaba allí junto con otras muchas personas, seguramente en el atrio para mujeres en un anexo al salón principal, mirando y escuchando a través de los huequitos en la pared diseñados para tales fines. Entonces Jesús toma la iniciativa y llama a la mujer, pone sus manos sobre ella y dice “eres libre de tu enfermedad”. Jesús toma la iniciativa en un acto que resalta su iniciativa para cumplir las obras que el Padre le había encomendado de “librar a los cautivos”. Habían pasado 18 años desde que aquella mujer había podido enderezar su espalda, libre de dolor, y ahora era “liberada” por Jesús, en una sinagoga, un día de reposo…y la actitud frente a lo ocurrido nos muestra la segunda enseñanza del pasaje.

La actitud: al principal de la sinagoga le molestó que los enfermos vinieran para ser sanados el día de reposo. Sus palabras pudieron haber sido algo como “no molesten con su enfermedad que hoy estamos orando y no podemos hacer nada para ayudarles”. Ahora fíjate lo que dijo Jesús: primero le llamó hipócrita, y le recordó que “en día de reposo ustedes desatan a un buey o asno para llevarlo a beber agua”. Podríamos parafrasear estas palabras como “ustedes tienen más sensibilidad por las necesidades de un burro que por una persona”. Pero aún faltaba una segunda cosa, Jesús llama a la mujer “hija de Abraham”, si, aquella mujer enferma, vista como una molestia por el maestro religioso, estaba siendo reivindicada por Jesús como una heredera de la promesa que fuera dada al patriarca. Que gran diferencia entre estas dos actitudes, me obliga a preguntarme como reacciono cuando Dios hace cosas inusuales en momentos “inoportunos”.

Como resultado de aquel episodio hubo dos sentimientos: en el verso 17 dice que sus adversarios “quedaron avergonzados”, es decir, al descubierto en su falta de amor. No dice que quedaran arrepentidos sino avergonzados, se descubrió que no amaban a la gente sino a sus propios ritos y tradiciones llenas de errores en su interpretación de la palabra divina. En segundo lugar dice el pasaje que “todo el pueblo se regocijaba”. Se refiere a los que habrían obtenido un cero en teología, pero recibían los hechos y palabra de Jesús con regocijo. Además, creo que en esa alegría tuvo también algo que ver el haber pensado “los puso en su sitio”. Para Dios las personas son primero, su palabra ha sido dada para liberar, sus manos tocaron a una mujer enferma para mostrar el amor de Dios que corrige lo que la letra muerta y carente de afecto fraternal no puede.

Padre, gracias porque un día pusiste tus manos sobre mí para enderezar mi vida, y continuas haciendo recto mis caminos torcidos, pido perdón por actuar como religioso cuando enderezas a otros en un tiempo o forma distinta a mi modo de pensar. Te alabo por la alegría que me has enseñado a disfrutar cada vez que repites el milagro maravilloso de tocar a las personas. Concédeme la gracia de mantenerme atento a la gente antes que a los procedimientos y cronogramas, para que sea siempre lleno de alegría y no de vergüenza, bendito seas Padre, en Jesús tu hijo amado. Amen.

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