Elaine Martins Alabando en el Presidio

domingo, 12 de septiembre de 2010

REFLEXIONES PARA EL DÍA A DÍA:


La última oportunidad

Lucas 13: 6-9

José Gil

Recuerdo haber estado en el funeral de un amado joven quien perdió su vida en un accidente automovilístico. El rostro de su madre y familia afloraba el silencioso y sentido dolor de lo irreversible. El pastor que dirigió el servicio funeral dijo unas palabras que recuerdo vívidamente: “En ocasiones como estas cuanto quisiéramos poder regresar la película, pero no es posible”. He invertido algunos pensamientos en lo que se hubiera podido evitar si hubiese aprovechado alguna de las oportunidades que me fueron dadas, y la gracia de Dios tiene segundas y terceras oportunidades para nosotros, pero llega un momento cuando dice “es suficiente”.

El pasaje en Lucas 13:6-9 narra la parábola que Jesús compartió a sus seguidores sobre una higuera sembrada en la propiedad de cierto hombre. Un día este le dijo al caporal “hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo he hallado, córtala ¿para qué desperdiciar también la tierra?” Hay algo en este pasaje que hace que mi piel se erice, pues la representación que hace Jesús es la del Padre hablando al hijo sobre la vida de quienes estamos en su propiedad. Hay dos elementos que resaltan ante mis ojos y mi corazón, deseo compartírtelos.

Aprovechando las oportunidades: el pasaje nos dice que el dueño ya había venido tres años seguidos, tres tiempos de cosecha. Bendito el Señor, por ser un Dios de segundas y terceras oportunidades. Algunas veces me sorprende lo impaciente que soy cuando alguien me queda mal en tiempos de entrega de algún trabajo. Cada vez que necesito un carpintero o mecánico en mis cosas me preparo mentalmente para una serie de plazos que se extienden durante días y hasta semanas. Ha habido un par de ocasiones cuando preferí perder lo que ya había pagado antes que seguir esperando en la persona a quien había encomendado el trabajo. Pues ahora es Dios quien me dice “José, estas en mi campo, eres como esa higuera, te he hecho un árbol en mi huerto para que des fruto, y quiero ver tu fruto. ¿Da fruto la higuera de tu vida?” Jesús dijo que estamos llamados a llevar fruto, y que nuestro fruto permanezca. Ahora en esta parábola vemos que ante nuestra insistente resistencia a llevar fruto, llega un momento en que Dios dice “es suficiente”. Lo que voy a decirte ahora es fuerte, pero cierto: la higuera es una referencia también a la resistencia de Israel para reconocer al Cristo, la parábola se refiere a tres años, un tiempo similar al del ministerio público de Jesús luego de su bautismo. Pero sobretodo la higuera la tomo como una analogía de mi propia vida, para aprovechar las oportunidades que Dios me da, para que mi vida lleve el fruto para el cual he sido puesto en el huerto del Señor.

La gracia extendida: el encargado de la tierra le dijo al propietario “déjala un año mas, y si da fruto, bien, y si no…”. Puedo contar varias oportunidades en que, por mi imprudencia, puse en peligro mi vida o algún regalo que Dios tenía para mí…y Dios me extendió otra, y que grato es cuando reconocemos y aprovechamos esas extensiones de la gracia del Señor al darnos más tiempo. Pero es posible que esta oportunidad que estamos recibiendo en este mismo instante, o la que está por sernos concedida…sea la última. En Marcos 11:12-14 se nos dice que Jesús, al entrar en Jerusalén, en la víspera de su sacrificio, se acercó a una higuera para buscar fruto y la encontró sin higos. La maldijo y se secó, había sido su última oportunidad. Fue por un lado una sentencia del sistema religioso de Israel, condenado a fracasar y secarse: “El reino es quitado de ustedes y es puesto en manos de quienes den fruto digno de él”. La gracia había sido extendida a todos, pero para muchos, al igual que con la higuera, aquella fue su última oportunidad.

Ha habido tiempos de sequía en mi vida, y el viñador ha movido la tierra a mi alrededor, ha puesto abono a mi corazón, y ha esperado que yo de fruto. Puedo decirte que mi higuera da fruto, que no es estéril, pues estoy aprendiendo a aprovechar las segundas y terceras oportunidades de la vida. Estoy decidido a apropiarme de lo que Dios me da para llevar más fruto para El, a no abusar de su gracia extendida, a evitar que llegue un día en que tuviera que decir “es suficiente”.

Padre, te alabo porque Jesús ha sido el viñador de mi vida, porque aunque en mi vida fui como Israel una higuera sin frutos, me diste nuevas oportunidades para alcanzar las bendiciones que tienes para mí y los frutos que esperas que yo lleve. Concédeme la gracia de aprovechar esta oportunidad que me das, que sea de buena calidad y duradero el producto de mi vida. Amen.

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