Elaine Martins Alabando en el Presidio

martes, 17 de julio de 2012

Cárceles: una bomba de tiempo por hacinamiento


La Modelo tiene 7.965 internos, pese a que está hecha para 2.950. Reclusos duermen en pasillos.

Cárceles: una bomba de tiempo por hacinamiento
Ni las escenas más dantescas logran superar la realidad de los patios de la cárcel La Modelo de Bogotá. Entre excrementos que, literalmente, brotan de las cañerías y nauseabundos olores que se confunden con el de la comida, los 7.965 hombres que están allí detenidos claman por el respeto de sus derechos humanos.
EL TIEMPO evidenció la situación que afrontan sindicados y condenados y la impotencia de la guardia ante un problema que no pueden resolver. Esta cárcel, una de las más peligrosas y conflictivas, pero también una de las que menos atención recibe, tiene una capacidad real y máxima de 2.950 reclusosHoy, la cifra es más del doble y hay pendientes mil personas más, que esperan cupo en las estaciones de Policía.
Lo más paradójico es que solo hay 60 guardianes por turno, para cuidar a 8 mil hombres. Y los días de visita femenina (el domingo), 13 mujeres dragoneantes requisan a 6 mil visitantes, que es el promedio de ingreso.
Hay domingos en los que La Modelo alberga a 15 mil personas en un espacio para 3 mil. Por eso, la visita conyugal se debe hacer debajo de una cobija, a modo de carpa sostenida por otros dos internos, en pleno patio y la visita debe permanecer todo el día sentada o de pie en un solo sitio, porque no hay por dónde caminar.
El hacinamiento es de tal magnitud que los internos están durmiendo en los pasillos, en colchonetas que botan en el suelo y en colchones amarrados con lazos al techo.
"Después de que uno se acuesta no hay cómo salir de aquí porque tenemos que pegarnos los unos a los otros para que quepa la mayor cantidad de gente. Entonces, si uno quiere ir al baño, porque la gente aquí se enferma mucho del estómago, toca tener una bolsa a la mano, hacer la necesidad ahí, en el mismo colchón en el que duerme, dejarla a los pies y botarla al otro día", relata Jhon Jairo, uno de los internos del patio 4.
Lo peor de todo es que en patios como este hay tan solo cuatro sanitarios para 500 internos y las cañerías no funcionan.
Falla atención en salud
Y para aumentar la crisis que se vive, una doctora, la única que aceptó quedarse pese a las circunstancias, es la que atiende las emergencias clínicas de los 8 mil hombres del penal. Solo los casos extremos son remitidos, ya que el convenio con la EPS Caprecom ha sido incumplido constantemente. A partir de mañana, el Inpec asumirá la atención médica a través de la red de hospitales públicos.
A esta médica la acompañan dos sicólogas y tres trabajadoras sociales en el día, y una enfermera en la noche. Las medicinas son precarias y en los botiquines ni siquiera hay analgésicos para atender los dolores comunes.
La parte de resocialización no es mejor. Al menos un 70 por ciento de la población reclusa no puede acceder a alguna actividad que le permita redimir pena o por lo menos hacer una actividad productiva.
El patio 5, donde están los delincuentes comunes, en su mayoría responsables de hurto y homicidio, y que además son reincidentes, parece un cartucho. Los alimentos los reciben en botellas plásticas y los cubiertos son las propias manos. Muy pocos logran conservar el plato y la cuchara que les entregan al ingresar a la prisión.
"Si alguien quiere conocer el infierno, aquí está. Ya no hay armas de fuego como en otros años. Tampoco, enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros, pero no hacen falta para afrontar la misma zozobra y miedo. Miedo a que una noche se desencadene un incendio y todos quedemos calcinados porque aquí no hay cómo reaccionar", dice Freddy, otro recluso.
Y es cierto. Las columnas de la cárcel se estremecen con tan solo sacudirlas un poco. Los cimientos están construidos sobre una especie de panel formado por decenas de túneles que los presos cavaron entre 1997 y el 2002, intentando huir.
Las reformas locativas que el Inpec le hizo a la cárcel en los años siguientes incluyeron la construcción de nuevas celdas, pintura y algunos talleres, pero fue insuficiente. Los ladrillos que sostienen la reclusión han sido desgastados por los viciosos que, ante la falta de drogas, aspiran el polvo de la construcción. Solo una pequeña parte del penal tiene muros en concreto.
Tampoco hay recursos para hacer algo más y la promesa del Ministerio de Justicia de reubicar a los condenados se cumplió parcialmente. En La Modelo aún hay miles de hombres que ya recibieron pena y siguen en una cárcel para sindicados.
Otras cárceles del país también presentan condiciones precarias
Pero este no es un caso exclusivo de la cárcel La Modelo. La situación en el resto de reclusiones y penales del país es similar.
Actualmente, hay una población de 130 mil internos en pena intramural, 30 mil más que el año pasado; y 30 mil extramural.
Para los sindicatos de guardianes del Inpec, el incremento empezó a darse en octubre del año pasado, cuando entró a regir el nuevo estatuto de seguridad ciudadana.
Fuentes carcelarias aseguran que el saliente ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, iba a decretar la emergencia carcelaria, pero no se lo permitieron.
"Esto no es culpa del Inpec, simplemente el Estado nunca ha tenido en cuenta un plan de modernización del sistema carcelario colombiano",señala uno de los líderes de la guardia.
A esto se suma el pésimo planeamiento de la construcción de las nuevas cárceles. Algunas no han sido entregadas aún y en el caso de la penitenciaría de Valledupar, el sistema de acueducto es deficiente y solo permite que los reclusos tengan una hora de agua al día, en un lugar que alcanza temperaturas de hasta 40 grados.
En las cárceles de Villahermosa (Cali) y Bellavista (Medellín) también hay un hacinamiento del 100 por ciento.
Por ahora no hay soluciones rápidas a la vista y tanto presos como guardianes aseguran estar listos para entrar en una protesta indefinida. Ese será uno de los grandes retos de la nueva ministra de Justicia, Ruth Stella Correa.

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