Con los féretros en el portón de la morgue, familiares de 13 reos que murieron el jueves en un enfrentamiento entre presos en la cárcel de San Pedro Sula, 240 km al norte de Tegucigalpa, esperan este viernes angustiados la entrega de los cadáveres.
Pasaron la noche en vela en un área verde a las puertas de la morgue de San Pedro Sula, donde son identificados los cuerpos, que presentan heridas de armas blancas y quemaduras por el incendio que se desató en un módulo del penal durante la reyerta.
"Estamos esperando desde ayer (...) que nos entreguen los cuerpos", se quejó Elsa Marina Rivera, de 40 años, que lloraba sobre el ataúd vacío, colocado sobre el suelo. Ella aguarda los restos de su hermano, José Rivera, de 36 años.
Bandas de reclusos chocaron el jueves en el Centro Penal Sampedrano, sobrepoblado con 2.400 reos -tres veces su capacidad real-, luego de que uno de los presos coordinadores nombrado por las autoridades para imponer disciplina informó a varios del módulo 18 que iban a ser trasladados a otra cárcel, según las investigaciones.
El recluso coordinador fue decapitado y su cabeza lanzada al techo. En el enfrentamiento, se desató el incendio en ese módulo, que luego fue sofocado por los mismos presos con baldes de agua.
En medio de la confusión, el obispo auxiliar de la diócesis de San Pedro Sula, el panameño Rómulo Emiliani, llegó al penal a petición de los presos para ayudar a calmar la situación, pues rechazaban el ingreso de las autoridades.
"Si no hubiera habido esa intervención (...) esa mediación en ese momento, la cosa hubiera sido peor", expresó el obispo, a quien los presos tienen simpatía y confianza por su labor social.
Emiliani logró que los internos se comprometieran a cesar el enfrentamiento y permitir el acceso de los jefes policiales, pese a que los portavoces oficiales aseguraban a los medios de comunicación que tenían el control de la cárcel.
El incidente se registró apenas 45 días después de la tragedia que dejó 361 muertos en la prisión de Comayagua, 90 km al norte de la capital, una de las peores catástrofes carcelarias del mundo.
Por el antecedente de Comayagua, que ha dejado una psicosis no solo en los parientes de los presos sino en toda la población, los familiares de los presos llegaron angustiados al penal creyendo lo peor.
"Me siento mal, estamos con este inmenso dolor solo esperando; queremos el cadáver lo más rápido posible", expresó Hugo Edgardo Gutiérrez, de 45 años, quien reclamaba el cuerpo de su hermano Anacleto, de 40 años.
"Hemos esperado toda la noche, nos dijeron que estaban haciendo las autopsias pero que esperáramos", dijo Dagoberto Erazo (40), quien buscaba que le entregaran los restos de su joven hermano Felipe, preso desde hacía un año acusado de robo.
La cárcel de San Pedro Sula, considerada la ciudad más violenta del mundo según informes de la ONU, es con frecuencia escenario de tragedias y enfrentamientos entre grupos de reos.
El año pasado murieron 19 reclusos en esa prisión y 30 en las 24 cárceles de todo el país, según el gubernamental Comisionado de Derechos Humanos.
El 17 de mayo de 2004, 107 presos murieron en un incendio en ese penal, debido a problemas estructurales de la prisión, un caso que está incluso bajo consideración de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con sede en San José.
El sistema penitenciario de Honduras es considerado una "bomba de tiempo", pues las 24 cárceles existentes, que tienen capacidad para 8.000 personas, albergan a unos 13.000 presos, de los cuales un 60% no tiene condena.
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